((**Es13.470**)
En la noche del Viernes Santo estuve velando al
lado de don Bosco casi hasta las dos de la mañana
y me retiré a la habitación contigua para
descansar; Pedro Enría acudió para sustituirme en
la vela. Al darme cuenta de los gritos ahogados
del Siervo de Dios, deduje que estaba soñando con
cosas poco agradables; le pregunté por la mañana
sobre ello y tuve la siguiente contestación:
<<-Me pareció encontrarme en medio de una
familia, cuyos miembros habían decidido dar muerte
a un gato. El juicio y la sentencia habían sido
puestos en manos de monseñor Manacorda, pero éste
se negaba a hacerlo, diciendo:
->>Qué tengo yo que ver con vuestro asunto? Eso
a mí no me interesa nada.
Y reinaba en la casa una gran confusión.
Estaba yo apoyado en un bastoncillo, mientras
observaba cuanto sucedía, cuando he aquí que, de
pronto, apareció un gato negruzco con los pelos
erizados, que se precipitaba corriendo hacia donde
yo me encontraba. Venían corriendo tras él dos
perrazos que parecía iban a dar alcance
inmediatamente al pobre animal, presa del mayor
espanto.
Al verle pasar cerca de mí, lo llamé; el gato
pareció dudar un poco, pero, al repetir yo la
llamada y levantar un poco el faldón de mi sotana,
el gato acudió a agazaparse a mis pies.
Los dos perrazos se detuvieron ante mí,
ladrando horriblemente.
-Fuera de aquí, les dije, dejad en paz a este
pobre gato.
Entonces, con gran sorpresa mía, aquellos
animales abrieron la boca y, dando rienda suelta a
sus lenguas, comenzaron a hablar como las
personas.
-No podemos; tenemos que obedecer a nuestro
dueño, y hemos recibido orden de él de matar a ese
gato.
->>Y con qué derecho?
-El se ofreció voluntariamente a servirle. El
amo puede disponer de la vida de su esclavo de una
manera absoluta. Por tanto, nosotros hemos
recibido orden de matarlo y lo mataremos.
-El amo, repliqué, tiene derecho sobre las
acciones de su siervo y no sobre su vida, y yo no
consentiré nunca que matéis a este gato.
->>Que no lo permitirás? >>Tú?
Y dicho esto los dos animales se lanzaron
furiosamente para atrapar al gato. Yo levanté el
bastón y comencé a lanzar golpes desesperados
contra los asaltantes.
-íEa! íQuietos! íAtrás!, gritaba.
((**It13.549**)) Pero
ellos unas veces avanzaban, otras retrocedían y la
lucha se prolongó por mucho tiempo, de forma que
yo estaba rendido de cansancio. Habiéndome dejado
aquellos animales un momento de tregua, quise
observar al pobre gato que continuaba a mis pies,
pero con gran estupor comprobé que se había
trocado en un corderillo. Mientras pensaba en
aquel fenómeno, dirigí la vista a los dos perros.
También habían cambiado ellos de forma: parecían
dos osos feroces y seguidamente fueron cambiando
de aspecto hasta transformarse en tigres, leones,
monos espantosos y adoptar formas cada vez más
horribles. Finalmente se trocaron en dos horrendos
demonios.
-Lucifer es nuestro dueño, gritaban los
demonios, ése, al que tú defiendes, se ha
entregado a él; por tanto, debemos arrastrarlo
hasta él quitándole la vida.
Entonces me volví al corderillo, pero no lo vi;
en su lugar había un pobre jovencito que, fuera de
sí por el espanto, repetía con acento suplicante:
-íDon Bosco, sálveme! íDon Bosco, sálveme!
-No tengas miedo, le dije. >>Estás decidido a
ser bueno?
-Sí, sí, don Bosco; pero >>qué tengo que hacer
para salvarme?
(**Es13.470**))
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