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las cartas de Enría aquello fue atroz. Los
muchachos se agolpaban en la iglesia para rezar;
los novicios querían ((**It13.547**)) pasar
las noches ante el sagrario; algunos clérigos
pidieron al Señor que les pasase a ellos la
enfermedad de don Bosco, con tal que él curase
pronto; varios hicieron la ofrenda de su vida a
Dios. En muchos se advirtió un cambio radical de
conducta, para ser así más fácilmente escuchados
por el Señor y para que don Bosco tuviera motivo
de estar satisfecho al curar. Los colegios iban a
porfía con el Oratorio y muchas piadosas personas
unían sus oraciones para impetrar la gracia del
cielo. Y el cielo no se hizo sordo a tantas voces;
el 21 de abril, solemnidad de la Pascua, poco
después del mediodía, el director del Oratorio,
don José Lazzero, recibía un telegrama de Enría
que decía: <>. Fue el segundo
aleluya pascual, que, después del litúrgico, llenó
de indecible alegría toda la casa.
Inmediatamente comenzó en Sampierdarena el
vaivén de las visitas. Acudieron las autoridades
eclesiásticas y civiles. Uno de los primeros en
llegar fue el señor Dufour. Se vieron también
representaciones de poblaciones próximas, que iban
a pedir la bendición de María Auxiliadora para
ellos y para sus enfermos. Don Bosco recibía a
todos con mucho gusto. Se presentó un gran señor
con su esposa, que le entregó una importante
cantidad de dinero para sus muchachos y los
misioneros. Don Bosco los bendijo y he aquí que se
vieron libres de un grave mal que los atormentaba.
Don Juan Bautista Lemoyne, que había atendido a
don Bosco en Varazze y le había acompañado a
Sampierdarena, dice en una de sus notas
autógrafas: <>.
Hacía cuatro meses que don Bosco no salía en
busca de socorros y las necesidades se hacían
sentir por todas partes; pero la mano de la
Providencia acudió a reparar la falta de medios.
Un día dijo el Siervo de Dios a Enría:
-íCuánto nos quiere la Virgen! ((**It13.548**))
Atravesábamos por graves dificultades, nos era
difícil contar con el dinero que necesitábamos y,
poco a poco, la Providencia nos ha provisto de
todo. íDémosle gracias de todo corazón!
En una de aquellas noches de mayor tormento,
don Bosco tuvo uno de sus acostumbrados sueños.
Enría estuvo presente al relato, como se ve en su
tercera carta; pero don Juan Bautista Lemoyne
también lo oyó en otra ocasión de labios del
Siervo de Dios, según la siguiente versión
conservada en su libro de memorias:
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