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((**Es13.466**) No es de extrañar que el pobre don Bosco haya caído enfermo, tiene completa resignación al divino querer, mas, a pesar de eso, su corazón padece por sus queridos hijos. Y mientras tanto, >>cómo nos las arreglaremos para cumplir nuestros compromisos y especialmente el de Marsella, por el que tanto interés tenemos? A pesar de todo esto, apenas se recibió el borrador del convenio propuesto por V. S., don Bosco habría querido dedicarse enseguida a estudiarlo para responder con las observaciones que le pareciesen oportunas. Pero la enfermedad se lo impidió, y esperamos que V. S. sabrá excusarle. Está ya mejorando y espera poder examinarlo pronto, presentarlo enseguida a su Capítulo y, después, responder en el sentido más favorable que se pueda. Tenga un poco de paciencia y esperemos que pronto estará en situación de darle esa respuesta. Para su norma, si tuviera que escribir, podrá dirigir las cartas a Turín, adonde contamos ir cuanto antes, si no nos sucede nada peor. Ruegue, mientras tanto, al Señor de nuestra pequeña viña para que nos envíe operarios con los cuales poder corresponder y satisfacer a las muchas necesidades espirituales que se nos presentan. Ruegue también por nuestro don Bosco y por quien esto escribe que, con los sentimientos de sincero aprecio y sentida gratitud, tiene el honor de profesarse, De V. S. Rvma. S. Pier d'Arena, 22 abril 1878. Su seguro servidor MIGUEL RUA, Pbro. ((**It13.544**)) Como se ve, don Bocco había caído enfermo en Sampierdarena. Desde Niza había hecho breves paradas en Ventimiglia, Vallecrosia, Alassio y Varazze. Abrumado por las fatigas del viaje y, para colmo, con un tiempo pésimo por el camino, le fallaron las fuerzas para llegar a Turín. Además, había influido duramente en él la repentina muerte del querido don Juan Bautista Ronchail, el más valioso elemento de la casa de Niza y destinado a una importante tarea. Encima, esta aflicción le había causado mayor mal, porque, para librar a los hermanos de su abatimiento, había debido aparentar que estaba tranquilo y casi alegre. Aquel esfuerzo por parecer sereno y el íntimo disgusto de la pérdida sufrida dieron el golpe de gracia a su salud; su fibra, ya muy sacudida con tantos sufrimientos espirituales, no resistió más. El Siervo de Dios intentó hacerse violencia y aguantar a pie firme, pero al fin tuvo que ceder y ponerse en cama. Le dijo al coadjutor Pedro Enría, que hacía un año pertenecía a la comunidad de la casa de San Vicente Paúl, que llevaba fija en su mente la muerte de don Juan Ronchail. Este coadjutor, que le prestó filial asistencia, escribió tres cartas, que conservamos, a José Buzzetti: ellas mejor que ninguna otra descripción ponen ante nuestros ojos el estado del enfermo, durante la primera fase del mal. (**Es13.466**))
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