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2.° Escuelas nocturnas para adultos.
3.° Un orfanato parecido al de Turín o Niza.
Quién sabe si Dios no inspirará a V. E. para
encontrar tal vez en otra parte los medios
necesarios ad hoc, en cuanto vea la necesidad.
Dirá V. E. que tengo una cabeza soñadora. Y es
verdad; pero, antes de hacer las cosas, hay que
decirlas, y, para no errar, someto éste y todos
mis otros pensamientos al iluminado saber de V.
E., asegurándole que su parecer será siempre la
norma de mi actuación.
Entre tanto, elevaré mis pobres oraciones al
trono del Señor pidiéndole por la preciosa
conservación de sus días, e implorando su santa
bendición para mí y mis muchachos, me cabe el alto
honor de poderme profesar con profunda gratitud,
Turín, 3 de agosto de 1877.
Su atto. y s.s.
JUAN BOSCO, Pbro.
La clave del sueño hay que buscarla, pues, en
las noticias que le llegaron pocas horas después
de Francia, y que no hay que indagar otra
explicación, fue más tarde confirmado por los
hechos. Don Juan Bautista Lemoyne, al visitar la
nueva casa poco después de su apertura, encontró
una nueva prueba de cuanto decimos. Al entrar
donde estaba la dirección, vio en el plano o piso
superior una habitación con los percheros ((**It13.538**))
alrededor de las paredes y con las puertas por las
que se llegaba, bajando o subiendo algunos
escalones, a las demás habitaciones; he aquí que
además había delante de aquella casa una pequeña
era y un anchísimo prado abandonado, rodeado de
árboles y, más allá, no muy lejos, otra era mucho
mayor, donde estuvo la casa de los primeros
jovencitos internos. Era el sueño a la letra.
Lemoyne, que no esperaba semejante sorpresa,
escribió inmediatamente a don Bosco. Pero algo aún
más maravilloso le estaba reservado al mismo don
Bosco, cuando fue allá para hacer una segunda
visita. Al recorrer el Siervo de Dios aquel
terreno, los jóvenes le salieron al encuentro
precedidos por un compañero que llevaba una ramo
de flores. Don Bosco, al llegar a poca distancia
de éste, cambió de color por la emoción; el
jovencito tenía la misma talla y las mismas
facciones que el que había visto en el sueño. Era
Miguelito Blain, que se hizo salesiano y vive
todavía, escribe Lemoyne, en nuestra casa de Niza
1. Por la noche, durante la velada celebrada en
honor de don Bosco, mientras los cantores
interpretaban un himno y Blain cantaba como
solista, el Siervo de Dios, indicándoselo al
Director, don Pedro Perrot, le dijo:
1 Murió en París el 7 de agosto de 1947, a los
ochenta y dos años de edad.
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