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((**Es13.459**) Yo callé entonces y pensaba para mí: >>Dónde estoy? >>En Turín o tal vez en Francia? íQué cosa tan extraña! No soy capaz de salir de este embrollo. Y mientras pensaba así y reflexionaba, aquella buena mujer tomó de la mano a aquel niño y con la otra indicó a los jóvenes que se reuniesen y se encaminasen a una era, mayor que la primera, que no estaba a mucha distancia: -Venez avec moi (Venid conmigo), dijo, y se puso en camino. Todos los jóvenes que me habían rodeado se pusieron en marcha hacia la segunda era. Mientras yo también me encaminaba con ellos, nuevas falanges de jovencitos se agregaban a la primera. Muchos de ellos llevaban hoces, otros azadas y otros instrumentos de los oficios más diversos. Yo contemplaba a aquellos muchachos cada vez con mayor admiración y me daba cuenta de que no estaba en el Oratorio ni en Sampierdarena. Y me decía entre mí: -Pues no debo estar sonando, porque camino. Entretanto la muchedumbre de jóvenes que me rodeaba, si alguna vez yo retrasaba el paso, me empujaba obligándome a seguir hacia la era más grande. Al mismo tiempo, no perdía de vista a la mujer que nos precedía y que había despertado en mí una viva curiosidad. Con su modesto vestido de campesina o pastorcilla, con su pañuelo rojo al cuello y con su corpiño blanco, me parecía un ser misterioso, aunque nada ofreciese de sorprendente en su exterior. Sobre la segunda era se levantaba una rústica casa y cerca de ella un edificio de bello aspecto. Cuando todos los jóvenes estuvieron concentrados en la era, la mujer se volvió hacia mí y me dijo: -Contempla estos campos, mira esta casa y estos jóvenes. ((**It13.536**)) Así lo hice y pude comprobar que el número de los muchachos era incontable, eran mil veces más que cuando salieron de la primera era. La mujer continuó: -Estos jóvenes son todos tuyos. ->>Míos?, repliqué yo. >>Y qué autoridad tenéis vos para entregarme estos muchachitos? No son ni vuestros ni míos, son del Señor. ->>Que con qué autoridad?, respondió la campesina. Son mis hijos y yo te los confío. -Pero >>cómo podré hacer yo para vigilar a una juventud tan inquieta, tan numerosa? >>No veis aquellos muchachos que corretean locamente por los campos, perseguidos por otros? >>Aquellos que saltan fosos, lo que suben a los árboles? >>Aquellos que se están peleando? >>Cómo va a ser posible que yo consiga imponer entre ellos orden y disciplina? ->>Me preguntas qué es lo que tienes que hacer? íMira!, exclamó la mujer. Miré hacia atrás y vi que avanzaba hacia mí un numeroso escuadrón de otros jóvenes y que la mujer alargaba y extendía un gran velo sobre ellos, cubriéndolos a todos. No pude ver de dónde sacó el velo. Después de unos instantes, lo recogió. Aquellos jovencitos estaban transformados. Todos se habían convertido en hombres, en sacerdotes y en clérigos. ->>Y estos sacerdotes y estos clérigos, son también míos?, pregunté a la mujer. Ella me respondió: -Serán tuyos si tú consigues hacértelos tuyos. Ahora, si quieres saber alguna cosa más, ven aquí. E hizo que me aproximase un poco más a ella. -Pero, decidme, buena mujer, decidme, >>qué lugar es éste?, >>dónde me encuentro? (**Es13.459**))
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