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llena de suaves expresiones y saludables alientos,
que fueron como un bálsamo para todas mis penas.
Cuando volvió al Oratorio, me dijo:
<<-Te escribí aquella carta para consolarte en
la aflicción en que te veía>>.
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En el mismo papel recoge Lemoyne un testimonio
de don Francisco Ghigliotto, el cual recordaba que
en 1877, siendo clérigo en el Oratorio, había oído
a don Bosco después de la fiesta de María
Auxiliadora decir en unas buenas noches, bajo los
pórticos:
-Agradecemos a la Virgen Santísima que este
año, más que los otros, me ha concedido la gracia
de leer y ver en las conciencias de todos como en
un espejo.
Don Bosco llegó a Fréjus el día señalado: allí
se acordó la próxima apertura de una casa en La
Navarre. Así se llama una amplia finca de
doscientas treinta y tres hectáreas en el
municipio de La Crau, departamento de Var. Con
todos aquellos campos se había formado una colonia
agrícola, denominada Orfanato de San José. Lo
había fundado en 1863 el sacerdote Santiago
Vincent, gracias a la generosidad del señor
Roujou, propietario de la finca, el cual la donó
con el único objeto de que sirviera para poner en
marcha una obra de beneficencia. Diez años después
el orfanato, con los terrenos anejos, fue cedido
en enfiteusis durante noventa y nueve años, por el
abate Vincent, a tres sacerdotes del clero
secular, que acariciaban la idea de hacer resurgir
la orden tercera de los religiosos trinitarios,
pero con la obligación de someterse a la condición
impuesta por el espléndido donante en el acta de
entrega.
Pero, apenas pasaron cinco ((**It13.533**)) años,
los arrendatarios se encontraron abrumados de
deudas, de tal manera que no sabían cómo salir a
flote y, secundando los consejos del obispo,
determinaron cederlo todo a don Bosco, con la
condición de que les pagase veinte mil francos,
por las mejoras introducidas por ellos en
edificios y terrenos durante el tiempo de su
administración, y se hiciese cargo de una deuda de
siete mil francos, importe de un préstamo que
ellos habían hecho con varios bienhechores de la
casa: a salvo siempre la condición antes dicha,
que, de no cumplirse, transfería automáticamente
el dominio de La Navarre al hospital de HyŠres.
Decíamos que el iniciador y denodado promotor
de esta cesión fue el Obispo de Fréjus y Tolón,
monseñor Fernando Terris, convertido en
instrumento inconsciente de la divina Providencia.
Su primera carta sobre el asunto de la colonia
agrícola llegó a manos de don Bosco
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