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((**Es13.438**) Al margen del original de esta carta se lee la siguiente nota, de puño y letra del Arzobispo: <>. Al lado de la cual el secretario, canónigo Chiuso, había añadido a lápiz la palabra <>. Don Bosco salió de Roma a las dos y media de la tarde del 26 de marzo, después de tres meses y tres días de permanencia en la Ciudad Eterna. Le esperaban en Sampierdarena todos los miembros del Capítulo Superior, allí convocados por él para dar la última mano a las deliberaciones del Capítulo General y tratar los asuntos de la Congregación, ya que no podía seguir inmediatamente hacia Turín, pues debía ir a Francia. ((**It13.511**)) Antes de salir de Roma había renovado al Papa la petición de las condecoraciones pontificias para los señores Campanella y Frisetti, muy beneméritos del hospicio de San Vicente de Paúl, pero no se las pudo llevar consigo, como hubiera deseado. Repitió más tarde la petición, dirigiéndola al eminentísimo Franchi, Secretario de Estado 1, el cual atendió su deseo, según se desprende de su rescripto del 27 de mayo 2. Ahora será bueno que demos una mirada retrospectiva al Oratorio, recordando sus principales sucesos durante la ausencia de don Bosco. Verdaderamente don Bosco hacía siempre de todo, para que el vacío de su ausencia se advirtiera lo menos posible. Doquiera fuera, pensaba en todo y en todos, al decir de la crónica. En efecto, desde Roma escribía muy a menudo a don Miguel Rúa, dándole encargos para todos los de la casa; escribía cartitas para los muchachos, particularmente para los alumnos del quinto curso que, al recibirlas, saltaban de gozo; dirigía cartas colectivas para los estudiantes y para los aprendices; pedía, de vez en cuando, a los unos y a los otros oraciones y comuniones para sus necesidades particulares: en fin, no pasaba día sin que se presentase la ocasión de nombrar a don Bosco y hablar de él. Cuando se enteró de la grave enfermedad de Pío IX telegrafió al Oratorio y a los colegios, para que se hiciesen oraciones extraordinarias. <<íQué golpe más fuerte fue para el Oratorio la noticia de la muerte de Pío IX!>>, exclama el cronista. Crecían los apuros económicos y no se sabía cómo resolverlos; llegaban letras para pagar y había que devanarse los sesos para no quedar mal. Recordando las vicisitudes de aquellos tiempos, resulta 1 Estuvo en aquel cargo menos de seis meses, ya que murió el 31 de julio de 1878. Le sucedió el cardenal Mina. 2 Véase Apéndice, doc. n.° 38. (**Es13.438**))
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