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Agradaba también en el Siervo de Dios la
respetuosa franqueza con que solía decir a los
Purpurados, que le ponían dificultades para
conseguir favores necesarios para la estabilidad y
actuación de la Congregación:
-Yo necesito que me ayuden a superar
dificultades y no a creármelas. Desearía que se
considerase, más que la persona de don Bosco, el
bien y la utilidad de la Religión y de las almas,
porque yo trabajo para la Iglesia.
La víspera de la partida escribió sus
observaciones sobre la guerra que se le había
hecho en Turín y las envió al cardenal Oreglia, a
quien ya consideraba como Protector de la
Congregación, tal y como lo había pedido al Padre
Santo.
Eminencia Reverendísima:
Espero que su E. Rvma., que conoció y favoreció
nuestra humilde Congregación desde sus albores,
quiera aconsejarme en la difícil situación en que
me encuentro.
Hoy acudo con especial confianza a la bondad de
V. E., en razón de que la clemencia del Padre
Santo, dignándose acceder al deseo de los
salesianos, le ha elegido como protector nuestro.
((**It13.505**)) Su
Eminencia Reverendísima conoce desgraciadamente
las serias dificultades que, desde hace varios
años, sostenemos por parte de S. E. Rvma. el
Arzobispo de Turín, sin que nunca se haya podido
conocer la verdadera causa.
Las cosas llegaron a tal situación que yo he
sido amenazado con la suspensión ipso facto, si
por escrito, impreso o cualquier otro medio, mío o
ajeno, tratase o hablase con alguien de algo
desfavorable para nuestro Arzobispo. Sólo exceptuó
al Cardenal Prefecto de los Obispos y Regulares,
al Secretario de Estado, y al Padre Santo. Esta
severa disposición persiste, aunque él haya
publicado impresos, pastorales y opúsculos contra
nosotros, sin que se haya dado ninguna respuesta,
puesto que ése ha sido nuestro principio y ése ha
sido también el consejo de V. E. Rvma. Además, sin
ninguna forma canónica, suspendió a varios
sacerdotes nuestros, que aún lo están después de
ocho meses; negó la ordenación a diversos clérigos
salesianos que se le presentaron, y esto con grave
daño para las casas de Europa y más aún para las
misiones de América, que incesantemente piden
obreros para poder avanzar hacia los salvajes de
las Pampas y Patagonia.
Puestos los salesianos en tales apreturas, el
Arzobispo reclamó a la Santa Sede sobre hechos
inexistentes, que provocaron, sin embargo, una
carta de censura de la Sagrada Congregación de
Obispos y Regulares, con descrédito para nuestra
pobre Congregación.
En tal estado de cosas (no pudiendo obtener
ninguna respuesta a las advertencias presentadas),
vine a Roma, donde la Sagrada Congregación de
Obispos y Regulares me aseguró que se adoptarían
rápidas medidas. Pero los graves sucesos que en
los últimos días perturbaron el mundo católico y
la delicada salud de V. E. lograron que, después
de cuatro meses de infructuosas solicitudes, me
encontrase ahora obligado a marcharme sin ningún
éxito y quizá en peores condiciones que antes. La
razón es que se están preparando algunas
respuestas a las preguntas hechas por el
Arzobispo,
(**Es13.433**))
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