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Lecturas Católicas; más aún, aquel año publicó a
los cuatro vientos una nueva circular para
aumentar su difusión 1.
El 21 de marzo, fiesta de san Benito, el
benedictino don Gregorio Palmieri acompañó a don
Bosco a San Pablo extramuros, dando una sorpresa a
toda la comunidad, que se alegró mucho. Era
entonces superior el abad don Juan Francisco
Leopoldo Zelli y la primera vez que don Bosco
visitaba aquel monasterio. Participó en la comida
de aquel día de fiesta 2.
En 1915, recordaba todavía don Gregorio que,
después de comer, en la conversación tenida en la
sala del Abad, según costumbre de los
benedictinos, habiendo caído la conversación sobre
monseñor Gastaldi y las dificultades suscitadas
contra don Bosco, oyó exclamar al Beato:
-íY, sin embargo, le hicimos arzobispo!
El buen benedictino, que era bibliotecario del
monasterio, acompañó al Siervo de Dios a visitar
la biblioteca. En el álbum de visitantes ilustres
de la misma, que se abre con la firma de Pío IX,
escribió don Bosco, precisamente el 21 de marzo de
1878: Joannes Bosco sacerdos amico suo patri
Gregorio vita et gaudium (Juan Bosco, sacerdote, a
su amigo el padre Gregorio salud y gozo).
((**It13.504**)) Era ya
don Gregorio un noventón, que rebosaba salud y
agilidad de espíritu, y recordaba, con particular
ternura y veneración, sus relaciones con don
Bosco, y le gustaba repetir que los augurios del
Beato habían resultado eficacísimos. Fue siempre
un bienhechor de la Obra Salesiana.
Una vez que don Bosco obtuvo la audiencia
descrita, ya no tenía nada que le detuviese en
Roma; así que se apresuró a hacer las visitas de
despedida. El 23 de marzo por la tarde fue con don
Joaquín Berto al Cardenal Vicario, el cual le dijo
que haría cuanto le fuere dado para que los
salesianos obtuvieran una casa en Roma.
Después le preguntó:
->>Confiesa usted también aquí en Roma?
-Sí, si Vuestra Eminencia me concede la
autorización.
-Entonces, confiéseme.
Y se confesó.
Semejantes manifestaciones de confianza ya las
había recibido otras veces de diversos Cardenales;
algunos no solamente se encomendaban a sus
oraciones, sino que hasta querían ser bendecidos
por él.
1 Véase Apéndice doc. n.° 38.
2 Véase más atrás, pág. 28.
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