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personalmente. Unos temían que fuera a sacar de
nuevo la cuestión de los Conceptinos; otros que
quisiera ganarse el ánimo del Papa en las
controversias turinesas, sobre todo después del 28
de febrero, en que llegó de improviso a Roma el
arzobispo Gastaldi con su secretario el teólogo
Maffei y se hospedaron con los Rosminianos, donde
también habitaba el cardenal Hoenlohe, gran amigo
suyo. A unos y otros favorecía el anterior maestro
de cámara, que había sido confirmado en su cargo.
Este no tenía personalmente motivo alguno en
absoluto para oponerse a don Bosco, antes al
contrario: en 1867, el Siervo de Dios, ganado por
sus atenciones, le había puesto bajo la protección
de Pío IX, que no lo miraba con buenos ojos. Sólo
después de hacerle posible que entrara en el
Vaticano, el Beato pudo conocer la índole de tal
señor; pero entonces tuvo que armarse de paciencia
y sufrir las consecuencias de su eficaz interés.
Acaeció por aquellos días un episodio muy
significativo. Este señor hacía todo lo posible
por no encontrarse con don Bosco. Una mañana fue
don Bosco a celebrar misa en la iglesia de Tor
de'Specchi. Mientras estuvo en el altar, llegó
aquél al convento. La Presidenta, sin decir nada,
invitó a don Bosco a que subiera a tomar café. Don
Bosco aceptó la invitación. Tampoco aquel señor
había sido avisado de la presencia de don Bosco.
Al encontrárselo frente a frente, don Bosco quedó
sorprendido; pero el otro supo actuar con
desenvoltura. Estaban con él dos jóvenes suizas,
elegantes, pero descaradas. El señor, nada más ver
a don Bosco, ((**It13.491**)) le
dijo señalando a las jóvenes:
-íVea, don Bosco, qué dos reales mozas de la
gracia de Dios!
Don Bosco no respondió. El interlocutor, sin
alterarse, prosiguió:
->>Qué dice usted de estas dos señoritas?
-No soy entendido en la materia y no sé qué
decir, contestó don Bosco. No me parece que sean
conversaciones convenientes para un sacerdote.
-íOh, exclamó el primero irónicamente, si todos
los sacerdotes fuesen como usted, las cosas irían
mejor!
-No diga si fueran como yo, observó don Bosco,
sino si fueran como los quiere Nuestro Señor
Jesucristo.
La Presidenta interrumpió el desagradable
diálogo, diciendo a aquel señor:
->>Y cuándo procurará una audiencia del Santo
Padre a don Bosco?
-Mire, contestó aquél, el Padre Santo tiene
tantas cosas que hacer que no tiene tiempo, al
menos por ahora, para dar audiencia a don Bosco.
Pero... ya veremos... ya veremos...
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