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con energía, día y noche, preparando alojamiento
para unas cuatrocientas personas, según las normas
prescritas por los sagrados cánones. Ya los
cardenales eran sesenta y uno; excepto el Cónclave
de Gregorio XV, en el que entraron sesenta y siete
cardenales, ningún otro había sido tan numeroso.
Entonces había que improvisarlo todo en poco
tiempo y espacio, pues, antes, los Cónclaves se
celebraban en el palacio del Quirinal, que en la
parte del grandioso edificio romanescamente
llamada manga ancha, ofrecía las comodidades
indispensables para el alojamiento de los
cardenales y de sus conclavistas. Las obras
procedían bajo la dirección del Camarlengo de la
Santa Iglesia Romana, el cardenal Joaquín Pecci.
Pues bien, don Bosco se encontró en un rellano de
la escalera con un prelado y el que le servía de
guía le dijo de repente:
-Aquí tiene usted al cardenal Camarlengo, el
Eminentísimo Pecci.
Don Bosco miró a la cara al Purpurado, se
acercó a él y con acento filial, le dijo:
-Vuestra Eminencia permitirá que bese su mano.
->>Quién es usted que se acerca con tanta
autoridad?
-Soy un pobre cura que ahora besa la mano a
Vuestra Eminencia, suplicando con firme esperanza
que, dentro de pocos días, pueda besarle el
sagrado pie.
-Mire bien lo que hace; le prohíbo rezar por lo
que dice.
((**It13.485**)) -No
puede prohibirme que pida a Dios lo que a El
place.
-Si reza usted en este sentido, le amenazo con
las censuras.
-Todavía no tiene autoridad para infligir
censuras; cuando la tenga, sabré respetarla.
->>Pero, quién es usted que me habla con tanta
autoridad?
-Soy don Bosco.
-Por favor, no diga más. Es hora de trabajar y
no de bromear.
Y, así diciendo, el Cardenal se metió en otros
apartamentos para dirigir y poner las cosas en su
lugar 1.
Lo que dijo don Bosco se cumplió. Los
Cardenales comenzaron el escrutinio el 19 de
febrero y el 20 por la mañana el Cardenal Pecci
era elegido Sumo Pontífice. Tomó el nombre de León
XIII, en memoria de León XII, al que siempre había
profesado grandísima veneración. Fue sorprendente
que, apenas se publicó la elección, todos, amigos
y enemigos se concertaron para aclamarlo; incluso
el Canciller
1 Sac. JUAN BOSCO. Il piú bel fiore del
Collegio Apostolico, págs. 57-8, Turín, Tip.
Salesiana, 1878.
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