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Beatísimo Padre:
El sacerdote Juan Bosco, humildemente postrado
a los pies de V. S., tiene el alto honor de
proponer a la clemencia de V. S. algunos ilustres
ciudadanos, para quienes sería de gran
satisfacción y aliento para hacer el bien, si V.
S. les concediese algún título de honor. Estos
son: el conde Próspero Balbo, docto y ferviente
católico, que gastó ciencia y fortuna por el bien
de la Religión y da clase diariamente a nuestros
huerfanitos. El caballero Juan Frisetti, rico
señor e insigne bienhechor nuestro. El ingeniero
Manuel Campanella, que, entre muchas obras de
caridad, hizo gratuitamente los planos para el
Hospicio de San Vicente en Sampierdarena, dirigió
sus obras y contribuyó a las mismas con abundante
generosidad. Allí hay actualmente más de
trescientos niños pobres internos. Para el conde
Balbo se pide, con el máximo respeto, la cruz de
comendador de San Gregorio Magno. Para el señor
Juan Frisetti y para el señor Campanella se ruega
se les conceda la cruz de caballeros de San
Gregorio Magno o de otra orden que a V. B. más
agrade. Además, en nombre del Obispo de Vigévano,
se recomienda al canónigo don Antonio Belasio,
ilustre hombre apostólico, que dedica su vida y
sus bienes al sagrado ministerio, no cesa de
predicar y ha hecho insignes beneficios a nuestros
muchachos. Es autor de muchas obras en favor de la
religión. Le interesa mucho poder pertenecer a la
familia pontificia con cualquier título que plazca
a V. S. honrarle.
Roma, 27, 1878, Torre dei Specchi, 36.
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It13.480**)) Pues
bien, el Padre Santo, dos días después, habíase
dignado aceptar benignamente su petición en favor
del conde Balbo, reservándose tomar más adelante
sus disposiciones acerca de los otros dos;
mientras tanto, se preparaba el Breve, que quedó
firmado entre los papeles a enviar. Aquel día,
monseñor Pedro Lasagni, en su calidad de
secretario del Sagrado Colegio, remitió a don
Bosco el documento, por el que el conde Próspero
Balbo quedaba incluido en el número de los
Comendadores de San Gregorio Magno. Esta fue, por
tanto, la última prueba de afecto que el glorioso
Pío IX dio a nuestro Beato Padre, poco antes de
partir para la eternidad.
Con la muerte del Papa cesó la autoridad del
Secretario de Estado y el cardenal Pecci, en su
calidad de Camarlengo de la Santa Iglesia Romana,
asumió el gobierno, junto con los cardenales Di
Pietro, Asquini y Caterini. Durante el novenario,
la máxima preocupación del Sacro Colegio fue la
preparación del inminente Cónclave. >>Se podrían
reunir en Roma los Eminentísimos electores? >>Se
desarrollaría libre y tranquilamente, esto es, sin
tumultos callejeros y sin maniobras, presiones o
interferencias de cualquier género por parte de
los que ocupaban el poder? Acá y allá se incitaba
al Gobierno italiano para inmiscuirse en ello,
contra la ley de garantías que se lo vedaba, se
sucedían
(**Es13.412**))
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