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>>Yo no sé si el Prefecto de una Congregación
tiene facultad para suspender un favor tan
formalmente concedido. Como quiera que ello sea,
me limité a responder que me remitía a sus
órdenes, y que no me he servido del privilegio
mencionado>>.
De repente el día 8 de enero salió del Quirinal
la noticia de que el rey Víctor Manuel II se
encontraba muy grave. El día 9 había fallecido.
El inesperado luto abrió los ojos a los salesianos
del Oratorio sobre una disposición, que había dado
don Bosco a fines de 1877. Desde 1862 no se oían
casi nunca en ninguna iglesia de Piamonte las
preces litúrgicas por el Soberano; en el oficio
del viernes y del sábado santo y en otras sagradas
funciones ya no se pronunciaba el nombre de Víctor
Manuel públicamente. En un principio algunos
celosos sacerdotes habían denunciado el hecho al
Gobierno, pero el día 24 de marzo del 1863, el
ministro Pisanelli declaró que aquella omisión no
constituía culpa digna de pena por parte de las
leyes. También en el Oratorio se hacía así, pero
don Bosco algún tiempo antes de ir a Roma, sin que
nadie supiese el motivo, había ordenado que se
volviera a rezar el Oremus pro rege en la
bendición. Don José Lazzero enseñó desde la
pequeña tribuna de las <> ((**It13.470**)) a
contestar al Domine, salvum fac regem nostrum
Victorium Emmanuelem (Señor, salva a nuestro rey
Víctor Manuel). En aquel acto tan inexplicable
pareció, pues, verse el indicio de un presagio de
las necesidades espirituales, cuyo encuentro debía
acometer el alma del Rey próximamente.
Sólo una manifestación de los sentimientos de
don Bosco en aquella coyuntura ha llegado hasta
nosotros; la tenemos en la carta que escribió al
Conde Cays el 12 de enero: <>.
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