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dependencias. A cambio de ello, don Bosco
consideraba saldado totalmente su crédito, lo
mismo en el caso de que se sirviese del
apartamento durante todo el plazo de treinta años,
que si se sirviera de él un tiempo menor o que no
lo emplease en absoluto. Se firmó la
correspondiente escritura en el mes de marzo
siguiente 1. No imaginen los lectores que se
trataba de una gran vivienda: una portezuela daba
acceso desde la calle a una escalerita angosta y
deteriorada, que conducía a cinco cuartuchos
estrechos y bajos, donde el calor del verano
ahogaba y el frío del invierno hacía tiritar.
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Aposentado en la pobre morada, don Bosco pasó la
primera semana, yendo de un lado a otro para
conocer los sentimientos de los cardenales acerca
de sus disensiones turinesas, y para informarse
sobre los términos exactos de las acusaciones que
se le hacían. De manera muy confidencial, le
comunicaron algunas cartas importantes, tres de
ellas dirigidas a Pío IX. En una se decía que don
Bosco empujaba a los muchachos a quedarse en su
Congregación, sin examinar si tenían vocación o
no, sino que, al contrario, los ponía en la
imposibilidad de emprender otra carrera. En otra
se acusaba al Beato de que no hacía ningún caso de
los sagrados cánones, antes al revés los violaba
francamente, con tal de aumentar el número de los
suyos. En la tercera se afirmaba que, entre los
salesianos, no había orden ni disciplina y que se
insinuaba a los súbditos el desprecio de sus
Obispos.
Conocidas éstas y otras faltas de las que se le
acusaba, que ya conocemos en parte, el Siervo de
Dios se dedicó a recoger y ordenar el material
para una defensa eficaz. Su secretario tuvo que
escribir muchas cartas a todos los que estaban en
condición de enviarle alguna relación sobre los
hechos de que le acusaban; algunos amigos de don
Bosco que supieron el motivo de su viaje a Roma,
espontáneamente le enviaban relaciones acerca de
las reuniones de Turín y de todo lo que suponían
era de alguna utilidad para su causa. En Turín
trabajaban en favor de don Bosco el padre Rostagno
2 y don Juan Bautista Bertagna, redactándole notas
defensivas con todo el aparato jurídico necesario.
Escribía don Joaquín Berto a don Miguel Rúa el 30
de diciembre sobre el padre jesuita: <>.
El que había sido director de las conferencias
1 Véase, Apéndice, doc. n.° 34.
2 Don Bosco había llevado consigo un escrito de
este doctísimo amigo, en el cual trataba la
cuestión mayor desde el punto de vista verdadero,
de modo que aquellos consejos podían serle útiles
al presentar las cosas ante las Congregaciones
Romanas (Apéndice, doc. n.° 35).
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