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El día 28 por la noche comunicó don Bosco a los
estudiantes una novedad. En las conferencias de
Lanzo habíase deliberado que, a la vuelta de los
muchachos de vacaciones, empezase el curso con un
triduo de predicación vespertina. En el Oratorio
se eligieron para ello los tres días anteriores a
la fiesta de Todos los Santos.
El motivo por el que os he reunido y he venido
aquí es el de saludaros a todos y deciros unas
palabras después de las vacaciones. Voy a empezar
dándoos una buena noticia reciente, acabada de
suceder. He recibido hoy, poco antes de la cena,
un telegrama de don José Ronchail en el que
anuncia la apertura de una nueva casa. Está cerca
de Niza, en la ciudad de Cannes, pero tenemos que
abrir el camino ((**It13.439**)) para
fundar otras en Marsella, La Navarre, Burdeos y
distintas ciudades de Francia. Y, más adelante,
por todo el litoral hasta Barcelona, después en
Utrera, en Sevilla y en otras ciudades de España.
A continuación daremos un salto largo, largo,
hasta Río de Janeiro, Montevideo, un salto que
tarda quince días en hacerlo un barco, navegando
sin parar día y noche. Y ícuántas misiones más se
abren ante nosotros, cuántas peticiones de
salesianos para fundar nuevas casas y colegios!
Por consiguiente, necesitamos que lleguéis a
ser buenos sacerdotes, buenos maestros, buenos
adalides de la fe, que puedan enviarse acá y allá
por el mundo a hacer el bien; porque yo estoy
convencido de que todos habéis venido con la
intención de haceros santos.
Pero lo que me interesaba deciros era esto.
Habéis vuelto todos de vacaciones, y no había
barro por el camino. Pero, si no había barro,
puede que hubiera polvo, y que haya quedado alguna
mancha en vuestros vestidos. Cuando llega un
forastero, que viene de lejos, se le mira en
seguida por encima y, si su traje está salpicado
de lodo o de polvo, se limpia muy bien con el
cepillo. Eso quiero hacer yo, y hacedlo antes
vosotros. Todos habéis pasado unas vacaciones más
o menos largas, y por eso estáis como los que
llegan de un viaje. Mirad y ved si están bien
limpios vuestros vestidos. Pero yo no me refiero
al vestido material, sino al moral, al espiritual.
Mirad si ha quedado en vuestra alma alguna mancha
de las vacaciones pasadas, miradlo bien y después:
mala corrige, bene facta serva (corrige lo malo,
guarda el bien que has hecho). Quitemos todo lo
malo que hemos traído con nosotros, para que no
siga dañándonos a lo largo del ano y conservemos
lo bueno que hemos traído para que nos ayude a
progresar en la virtud y perseverar en ella.
>>Qué es lo bueno que habéis traído? Uno me
dijo que el párroco le había dado en casa este
recuerdo: -Todo minuto de tiempo es un tesoro, y
cada minuto bien empleado será un tesoro que
ganarás.
Otro joven, un aprendiz, me contó que su padre
le había dicho: -Procura adelantar en tu oficio,
que luego el ser rico o ser pobre no depende de
ti, pero, con tu oficio, habrás adquirido una
especie de vaquería que va siempre contigo, y con
ella tendrás para vivir siempre.
Así le decía una madre a un hijo que salía de
casa: -Que seas devoto de la Virgen.
Me gusta que se me digan las cosas buenas oídas
en vacaciones; me alegro de ello, y deseo que las
aprovechéis. Pero, si se viese que se ha traído de
casa algo malo, por ejemplo una mala costumbre,
una inclinación a la murmuración o la
desobediencia, entonces corrige.
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