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todos. Ahora desearía que cada uno me diese un
gusto: y es que toméis nota de lo que don Bosco os
sugiere, para pasar alegremente las vacaciones, y
que las tengáis siempre presentes en la mente y
las practiquéis. Si las cumplís, la experiencia os
dirá cómo procuré haceros felices y alegres con
mis advertencias. Cuando volváis al Oratorio, ya
me contaréis y bendeciréis la hora y el momento en
que os las he dado. Buenas noches.
El 2 de septiembre se repartieron los premios a
los estudiantes.
Monseñor Ceccarelli leyó el discurso, que fue
impreso en la tipografía del Oratorio. Como aquel
día había llegado don Juan Cagliero ((**It13.434**)) de
América, el orador, intérprete de la común
alegría, acabó con un entusiasta saludo a su
persona. Don Bosco no tomó la palabra en el acto
académico, pero habló a la mañana siguiente en la
iglesia. Sus palabras fueron las de un padre que
tiembla por la suerte de los hijos próximos a
separarse de su lado.
Cuando un padre tiene que dejar a sus hijos, o
cuando tiene que enviarlos a cumplir un encargo a
un lejano país, aunque sepa que sus hijos son
obedientes y conocen bien el asunto que deben
tratar, sin embargo, siempre teme que les suceda
algo a los hijos que tanto ama. Desde que parten,
vive angustiado, pensando que pueden tropezar,
resbalar y caerse por un espantoso precipicio en
un lugar montañoso, ser desgarrados por un lobo en
medio del bosque, perecer bajo el cuchillo asesino
en un barranco, o sufrir molestias e incomodidades
a lo largo del camino, la aspereza de los lugares,
la intemperie de las estaciones.
>>Y hasta cuándo vive con esa angustia?
>>Cuándo vuelve a estar tranquilo? Hasta que
regresan al techo paterno y puede volver a
abrazarlos contra su corazón.
Creedlo: ese padre que teme, padre
indignamente, pero padre de corazón, ése soy yo.
Los hijos que deben separarse para ir a lejanas
tierras, sois todos vosotros que marcháis de
vacaciones. Habéis terminado vuestros trabajos y
ahora vais en busca del merecido descanso; mas,
para mí, este curso escolar es un ano más que ha
pasado, del que tendremos que dar cuenta a Dios;
un año más de mérito o de pena. >>Y quién sabe si,
dentro de poco tiempo, no se llevará el Señor a
alguno de vosotros y, en vez de dejarle disfrutar
las vacaciones, no le pida cuenta de cómo ha
pasado el curso?
Pero vosotros tenéis la sangre hirviendo en las
venas y gritáis con entusiasmo:
-íVacaciones, vacaciones!
Y no pensáis más que en ellas, no deseáis nada
más, no queréis oír hablar de otra cosa.
Sea así. Ahora os vais de vacaciones, y no con
malas intenciones, sino con buenos propósitos,
pero yo temo que algún enemigo venga a arrancaros
estos buenos propósitos y os haga perder la vida
del alma. íCuántos peligros encontraréis! Todos
los que ahora os he nombrado, lobos, precipicios,
ladrones, son otras tantas imágenes de los
peligros espirituales con que os toparéis. Y este
pensamiento preocupa mi corazón y me mueve a
advertiros que os guardéis de ellos. Si no estáis
firmes en el bien y resueltos, cuando estéis en
casa, ya sin custodia y retirados, libres y en
medio de las ocasiones del mal, comenzaréis a
dejaros llevar hacia abajo poquito a poco y por
fin caeréis. Un joven del Oratorio irá a la
iglesia y cuando vea a otro que no toma el agua
bendita, tampoco él se atreverá a tomarla por
miedo a que se burlen de él. Verá
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