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tendréis comodidad para pensar seriamente en las
cosas que os atañen personalmente y atender a
ellas únicamente.
Verdaderamente sé que muchos de vosotros no
necesitarían los ejercicios, porque ya son
bastante buenos, más aún, diría que la mayor
parte, especialmente los estudiantes, satisfacen
las esperanzas de los superiores, porque son
verdaderos cristianos, digo verdaderos; algunos lo
son porque ya recibieron el santo bautismo, pero
no. han correspondido con las obras al excelso
carácter de hijos de Dios, otros son cristianos,
porque observan la ley de Jesucristo y son unos
jóvenes como deben ser. Estos últimos
verdaderamente no necesitan los ejercicios, pero
tampoco les harán ningún daño. Todos deben
esforzarse por adelantar en el camino que han
emprendido y por resistir al enemigo de nuestras
almas, que en este tiempo hace sus mayores
esfuerzos por combatirnos.
Pero, en medio de tantos buenos, hay algunos
que, antes de los ejercicios, estaban a punto de
ser enviados a vacaciones forzosas... y en estos
días tuve en mis manos una lista con los nombres
de ciertos sujetos, que aún la tengo arriba en mi
habitación. Los leí, he observado los motivos y
eran razonables. Pertenecen a cursos inferiores y
superiores. Basta... he ido prorrogando día a día
el tomar esta desagradable medida y hemos llegado
a los ejercicios: después he pensado que, si éstos
no hacían los ejercicios espirituales en el
Oratorio, ya no tendrían ocasión de hacerlos y de
pensar seriamente en su alma. Por eso, he tomado
la lista, la he colocado a los pies del crucifijo
y de la Virgen, y se los he recomendado a El. Que
se cumpla su santa voluntad, si les toca el
corazón, bien, será una gran fortuna. Estos están
aquí oyéndome, yo no los nombraré, ni tampoco los
mandaré llamar, pero cada uno puede saber si está
en esta lista.
Las causas de mi disgusto son: la mala
conducta, las conversaciones malas, las lecturas
malas y la propaganda de libros malos. Esta tarde
he tenido que quemar una buena cantidad de libros,
que si hubiesen llegado a manos de otros
compañeros, podrían haber causado mucho daño. íNo
quiero que, por culpa de algunas hierbas malas,
tenga que estropearse todo el sembrado!
Los que han hecho estas cosas y me oyen,
piensen que hablamos de ellos. Los ejercicios son
especialmente para ellos: a cambiar de conducta y,
así al menos, no obligarían a los superiores a
hacerles interrumpir el curso. Porque don Bosco, y
al decir don Bosco quiero decir todos los demás
superiores, cuando acepta a un muchacho, quiere
hacerle todo el bien posible, y desea ((**It13.421**)) que
todos sigan con él hasta el término de sus
estudios: y, por eso, sólo cuando se ve obligado,
despacha a alguno del Oratorio. No son muchos los
que merecerían ser expulsados: quince o dieciséis
en total, que sobre setecientos u ochocientos que
estamos aquí, no es mucho. Veremos ahora si
recapacitan, si dan muestras de arrepentimiento,
si mejoran su conducta, si será necesario
enviarlos a otra parte o dejarlos con nosotros.
Hay, además, unos pocos, poquísimos, que se
quejan continuamente y difunden el malestar entre
los compañeros, diciendo:
-íNo podemos leer un libro de nuestro gusto,
sin encontrarnos en seguida con quien nos
interrumpa aquella lectura, ísiempre los ojos de
los superiores sobre nosotros en todas partes!
Y otras cosas por el estilo. íPiensan poco los
pobres! Vuestros asistentes serían unos crueles si
no obrasen así, ése es su deber, eso requiere
vuestro bien. Los asistentes tendrían muchas otras
cosas que atender si se limitasen sólo a su
interés personal, podrían quedar tranquilos si la
asistencia no fuese su preciso deber. Si hacen
esto, es para impedir el mal, y esto redunda en
vuestro bien. Los asistentes tendrán, además,
(**Es13.363**))
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