((**Es13.361**)
Exactitud en el cumplimiento de todas las reglas
de la casa y sin afectación, prontitud a la hora
de ir al salón de estudio, prontitud para ir al
patio a jugar, a la mesa para comer y cenar, para
ir a dormir, prontitud para levantarse de la cama,
para ir a la iglesia y así sucesivamente; esmérese
cada uno para cumplir con exactitud sus propios
deberes durante todo el año, pero de una manera
particular durante esta novena.
Después pulcritud. Con esta pulcritud no me
refiero a la limpieza o pulcritud de los zapatos o
de la ropa, sino a la pulcritud o limpieza del
alma. Bueno es que el cuerpo esté aseado, según
conviene, pero, es mejor tener la conciencia
limpia de pecado, de toda culpa. Y si alguno no
hubiese hecho la confesión general, puede muy bien
hacerla en esta ocasión. Puede que alguno se dé
cuenta de que ha carecido de dolor o de propósito
en las confesiones pasadas, de no haber hecho
suficiente examen o de que la confesión fue
deficiente por algún otro concepto, por ejemplo
por falta de humildad, de sinceridad, de
integridad, pues bien, aproveche la ocasión que le
brinda esta novena para arreglarlo todo bien. Si
alguien sintiese una desazón en el corazón y,
echando una mirada a sus confesiones, viese que
siempre comete ((**It13.418**)) los
mismos pecados, las mismas mentiras, las mismas
pérdidas de tiempo, las mismas faltas a las
reglas, de modo que se encontrase con una serie
ininterrumpida de pecados y confesiones, de
confesiones y pecados, pues bien éste manifieste
estas cosas, y, si lo cree bien el confesor, haga
también una revisión de toda su vida con una
confesión general, o sólo de los puntos que crea
necesarios.
Puede también que otro sienta una preocupación
en el alma y diga:
-Pero yo temo haber hecho mal una confesi_n y
no encontrarme en buen estado, es verdad que
olvidé aquel pecado, pero lo olvidé adrede.
Este tal fue a confesarse quizás otras veces y
no tuvo valor para rehacer la confesión mal hecha.
Y también éste, si se encontrase aquí, vaya a su
propio confesor, háblele de su preocupación y
póngase enteramente en sus manos. Este examinará
con todo el afecto de un amigo el estado de
aquella conciencia, retrocederá de confesión en
confesión hasta la última bien hecha, volverá a
arreglar regularmente aquella pobre alma, de
suerte que pueda quedar tranquila y segura.
Otro dirá:
-Me encuentro desasosegado de algún tiempo acá.
Tengo dudas, tengo miedo.
-Pues bien, confiese también éste a su padre
espiritual y, si quiere, también su confesión
general más o menos detallada, de acuerdo con lo
que pregunte el confesor, pues éste es el tiempo
oportuno para ello.
Es un gran error el que cometen algunos
acusándose: -Tal cosa la hice tres o cuatro veces,
y saben con seguridad haberla hecho cuatro veces.
Lo hacen así para atenuar un poquito su culpa.
Otros dicen: -Lo hice únicamente dos o tres veces,
y saben haberlo hecho cinco. Entonces la confesión
es deficiente. Suponed que debéis cuatro liras y
decís al acreedor que sólo le dais dos o tres, o
también que le disteis tres o cuatro, que resultan
tres y media, el otro no quedaría conforme y diría
enseguida:
-Habla claro, la deuda es de cuatro liras y
dame, por tanto, cuatro.
Pongamos, pues, en orden nuestras conciencias.
Recuerdo que, al comienzo de la novena de la
Inmaculada Concepción, Domingo Savio se propuso
hacerla bien. Vino a mí y quiso hacer su confesión
general que, por lo que yo sepa, aún no había
hecho y después conservó tan limpia su conciencia
durante toda la novena, como para recibir cada día
la santa comunión.
Imitad también vosotros a Domingo Savio.
Suponed que vais a morir esta noche, >>cómo
querríais hacer la confesi_n? Pues bien, confesaos
como si hubieseis de morir al término de esta
novena, confesaos como
(**Es13.361**))
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