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me, y las recéis en todo peligro, en toda
tentación, en toda necesidad y siempre; y que
pidáis también a María Auxiliadora la gracia de
poder invocarla. Y yo os prometo que el demonio
fracasará. >>Sabéis qué quiere decir que el
demonio fracasará? Quiere decir que no tendrá
ningún poder sobre vosotros, no logrará nunca
haceros cometer un pecado, y tendrá que batirse en
retirada. Mientras tanto, en el santo sacrificio y
en los otros ejercicios piadosos, yo os
recomendaré a todos al Señor para que os ayude, os
bendiga, os proteja y os conceda sus gracias por
medio de María Santísima. Buenas noches.
Durante el triduo un día desaparecieron los
innumerables corazones de plata, que ornamentaban
la pared en derredor del cuadro de la Virgen, que
todavía no tenía ningún otro adorno, ((**It13.412**)) pero
la víspera se supo el porqué. Al entrar en la
iglesia, los jóvenes vieron la gran imagen rodeada
de una anchísima franja de terciopelo carmesí,
sobre cuyo fondo brillaban hermosamente colocados
aquellos corazones, que testimoniaban, todos
juntos, a la Virgen la gratitud de tantos y tantos
fieles por las gracias recibidas de Ella. La
limpieza de los corazones de plata y su destino
sugirieron a don Bosco el tema de una charla, de
la que sólo tenemos el recuerdo, pero no el texto.
-Ahí tenéis, dijo en sustancia, lo que hemos de
hacer nosotros en la fiesta de María Auxiliadora:
limpiar nuestros corazones con una buena
confesión, y ofrecérselos; más aún, pegarlos a
María Santísima, para que estén siempre cerca de
Jesús, y obtener esto con frecuentes y fervorosas
comuniones 1.
Como preludio a las gracias que la Santísima
Virgen iba a conceder el día de la fiesta, sucedió
la prodigiosa curación de la víspera, que el conde
Cays presenció y que decidió su vocación. La madre
había llevado primero a la hija a la sacristía,
donde estaba don José Vespignani sentado a la mesa
para registrar las gracias y repartir medallas. La
pobre mujer le pidió ver a don Bosco, para rogarle
bendijese a su hija.
El, compadecido, le dijo que recostara a la
enferma en el sillón, donde el Siervo de Dios
confesaba; después, cuando llegó la hora de las
audiencias, hizo que la acompañaran hasta él. Lo
que después sucedió ya es conocido.
Aquel día, preparado con nueve elocuentes
sermones del padre Domingo Pampirio, de la orden
de predicadores y futuro arzobispo de Vercelli, se
vieron manifestaciones de piedad como sólo se
contemplan en los principales santuarios. Se
celebraron en la iglesia sesenta y siete misas, y
se repartieron unas cinco mil comuniones. Con el
beneplácito del Arzobispo, pontificó monseñor
Domingo Agostini,
1 VESPIGNANI, I. c., pág. 76.
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