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diversas formas y con diversas palabras, no se
hace más que repetir un mismo pensamiento: esto es
propio de escritorzuelos. Expresado un
pensamiento, se pasa rápidamente a otro.
Le gustaba mirar al porvenir; pero,
vislumbrando los progresivos desarrollos del
Oratorio, no hubiera querido que se dejasen perder
las huellas de lo que había sido el Oratorio en
sus principios. Así, conversando el 27 de
diciembre sobre las condiciones en que se
presentaba el Oratorio en los comienzos más
remotos, dijo:
-Será oportuno que se conserve la planta del
Oratorio primitivo, es más, convendría que,
después que se sacó el plano, se reprodujese o
también se fotografiase. Resultará agradable a los
venideros ver aquella primera casita rústica,
donde se pusieron los principios del Oratorio y de
la Congregación.
-Entre los primeros muchachos había algún
pintor; ((**It13.402**)) uno de
ellos un tal Bellisio 1, nos conservó con
exactitud el recuerdo y sacó varias copias...
Quien escriba con todos sus detalles la historia
del Oratorio y de la Congregación, podrá
ilustrarla con grabados que representen sus
diversas fases, lo cual, al paso que agradará a
los lectores, siempre contribuirá más a la
exactitud de la narración y a que se preste fe al
narrador.
Más aún, le hubiera gustado fotografiar o
mandar hacer un dibujo de los muchachos en la
iglesia, para mostrar cómo se comportaban en ella,
es decir, cómo estaban colocados y cuántos y
cuáles eran.
-Especialmente, añadió, me parecería muy
interesante poder ver con su uniforme a los
guardias enviados desde la ciudad para espiar si
don Bosco predicaba la guerra, la sublevación o la
resistencia a las leyes. Sería un hermoso cuadro,
me imagino, tener delante a varios centenares de
muchachos sentados, atentos y pendientes de mis
labios, y seis guardias municipales uniformados,
de pie de dos en dos y plantados en tres puntos
distintos de la iglesia, que, de brazos cruzados,
escuchan también el sermón. íY me hacían un gran
servicio para la asistencia de los jóvenes, aunque
estaban allí para asistirme a mí! Sería gracioso,
sobremanera, pintar esos guardias, enjugándose a
hurtadillas las lágrimas con el dorso de la mano o
tapándose la cara con el pañuelo para que nadie se
diese cuenta de su emoción. O bien, dibujarlos de
rodillas en medio de los muchachos, alrededor de
mi confesonario y aguardando su vez. Porque yo
hacía los sermones más para ellos que
1 Véase: LEMOYNE, Memorías Biográficas, II,
pág. 401; IV, 369; VII, 77. Con su conocido
trabajo El Oratorio de don Bosco, don Fidel
Giraudi realizó sin darse cuenta y
maravillosamente este deseo de don Bosco.
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