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escandalosas, lo que se hubo de ((**It13.390**))
deplorar desgraciadamente tan pronto como apareció
en los diarios el llamamiento de los canónigos,
que la Congregación Salesiana había sido aprobada
por el Padre Santo y, por tanto, había que
respetarla, se desmintió la calumnia de que don
Bosco hubiera aprobado la carta anónima, y, tras
una animada discusión, se concluyó proceder a
votación secreta, si convenía o no, imitar el
ejemplo de los canónigos. Hubo siete votos por el
Sí, y siete por el No; y, por tanto, no se
procedió a ninguna clase de manifestación por
parte de los párrocos. Pero nótese que si la
mayoría hubiese estado por el Sí, no se habría
dicho una palabra nada más que sobre la manera
empleada por el anónimo, lo cual no podía ayudar
mucho al señor Arzobispo.
Mas, de las conversaciones tenidas por los
organismos dependientes del Arzobispo fue fácil
descubrir que cualquier norma nuestra habría sido
recibida por él e interpretada por todos como un
juicio de condenación de don Bosco. Es igualmente
cierto que, aun cuando no hubiese estado ausente
ningún párroco, la mayoría habría sido negativa.
Yo, sin duda, dije cuanto podía y sabía, pero
quienes más se distinguieron fueron el teólogo
Arpino y el párroco del Carmen, con quien yo me
había entendido de antemano. Por lo que supe, el
comportamiento de los párrocos mereció la
aprobación de todos.
Ahora ya no hace falta impugnar lo que dijeron
los canónigos, pues se supo que, también entre
ellos, hubo quienes opinaban que no había que
presentar ninguna apelación, y casi todos
deploraron ver impreso en los diarios lo que
privadamente escribieron a Monseñor, y por fin
siempre se habló de la manera y nunca de la
sustancia. Es más, un canónigo ha dicho a algún
párroco: -El señor Arzobispo piensa favorecer su
causa promoviendo enjuiciamientos pero obtiene
todo lo contrario. Todos están persuadidos de que
los párrocos no volverán a ser convocados, pero,
si lo fueran, el triunfo de don Bosco sería mucho
mayor. En esta ocasión fue palpable que en Turín
se aprecia el bien indecible que V. S. hace a la
Iglesia y a la sociedad. La oración de los buenos
empieza a surtir efecto. Siento no poderme alargar
más. Imploro la bendición del Padre Santo, si me
la puede procurar, y la de V. S., de quien toda mi
vida humildemente me profesaré, con la máxima
estimación y sentido agradecimiento,
Turín, 29 de diciembre de 1877.
Su
afmo. hijo
FELIX
REVIGLIO, cura párroco.
Su Excelencia convocó otra reunión de párrocos
en su palacio el día 2 de enero. De ella escribió
el teólogo Bertagna en estos términos 1: <((**It13.391**)) la
cuestión del catecismo. A última hora, y a manera
de conclusión, nos recomendó estar unidos y
marchar de acuerdo. íTanto mejor!>>. Pero parece
que el último punto tratado era la finalidad de la
reunión y que buscaba disponer los ánimos para una
nueva votación 2. Pero se aproximaban
1 Carta citada.
2 Carta de don Félix Reviglio a don Bosco,
Turín, 2 enero de 1878.
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