((**Es13.323**)
Era la espada de Dámocles, que siguió colgando
buen rato sobre la cabeza de don Bosco. El se
lamentaba de ello con el cardenal Oreglia el 25 de
marzo de 1878 en estos términos: <>
Todas estas adversidades no detenían la
recogida de documentos útiles a la defensa, que el
Siervo de Dios tenía pensado presentar ante la
Sagrada Congregación por el honor de los suyos. A
los ya registrados, juntaremos otros tres, acerca
de la prohibición hecha a don Angel Rocca de
celebrar en su pueblo natal. El primero procede de
un testigo, que refiere lo que le consta por
haberlo oído decir. El segundo es una carta a don
Joaquín Berto, escrita por el Rector de la Real
Basílica y Archicofradía de los Santos Mauricio y
Lázaro en Turín que, en parte confirma y en parte
completa, el testimonio del anterior. El tercero
procede de la Curia de Turín, y desentierra el
asunto de las testimoniales. Todos a una concurren
a ilustrar este episodio desde todo punto de
vista, y ofrecen útiles elementos de juicio.
Queridísimo don Joaquín Berto:
Aquí tiene usted mi rápida respuesta. El
reverendo Tarizzo, administrador de Rivara, pidió
al Arzobispo que autorizase a celebrar y predicar
a don Angel Rocca, sacerdote salesiano, natural de
Rivara, y le pidió este favor porque los padres de
don Angel habían manifestado el vivo deseo de
participar todos los de la familia en aquella
solemnidad, y el Arzobispo, al oír que aquel
sacerdote ((**It13.373**)) era
salesiano, no quiso autorizarlo y persistió en su
negativa. El reverendo Tarizzo tardó en comunicar
la negativa del Arzobispo de no permitir celebrar
y predicar en dicha solemnidad, a don Angel Rocca,
y éste fue a Rivara algunos días antes de la
solemnidad. El reverendo Tarizzo, temiendo un
escándalo si manifestaba la negativa del
Arzobispo, pensó dirigirse al reverendo Zucchi,
Rector de la Basílica Magistral y le rogó se
presentase al Arzobispado y le hiciera considerar
el gran escándalo que podría haberse causado
cuando él se encontrase en la dura necesidad de
presentar la prohibición de celebrar a don Angel
Rocca, que tiene óptimos parientes en Rivara, y
que es conocido por todos como un sacerdote
ejemplar. El caballero Zucchi, por hacer un favor,
acudió al canónigo Chiuso, Secretario Arzobispal.
Le hizo reflexionar sobre los desórdenes, que
evidentemente sucederían en Rivara, y los
escándalos y disgustos para el mismo
Administrador; en conclusión acabó diciéndole que
la población de Rivara no sabría darse a razón
ante tal prohibición, después de haber acudido con
tiempo a la Autoridad Arzobispal en favor de don
Angel Rocca. El canónigo Chiuso pareció convencido
de la necesidad de conceder la facultad pedida
para don Angel y fue a ver al Arzobispo a su
habitación; a los veinte minutos volvió y dijo que
la respuesta era: que don Angel Rocca no hiciese
ninguna función en Rivara y el canónigo Chiuso
añadió que el Arzobispo no cedía con respecto a
los sacerdotes de don Bosco.
(**Es13.323**))
<Anterior: 13. 322><Siguiente: 13. 324>