((**Es13.306**)
El 15 de octubre es la fecha de una gran
novedad. Monseñor publicó en la tipografía de
Marietti un opúsculo anónimo, que era simple
refundición de la larga carta del 19 de
septiembre. Encabezando la primera página se leía:
<>. El título era:
El Arzobispo de Turín y la Congregación de San
Francisco de Sales (denominada Salesiana). Seguía
esta acotación:
<>. Empezaba ((**It13.353**)) de
esta manera: <>.
Inmediatamente después venía la historia de don
Juan Perenchio, y luego la de las misas. Se
cerraba la doble exposición, diciendo que toda la
causa de las quejas del Arzobispo de Turín con
respecto a los salesianos estaba en esto, en que
no se observaban las leyes eclesiásticas. El
opúsculo terminaba así: <>.
Es la carta que hemos publicado en el undécimo
volumen, pág. 324. El Siervo de Dios recuerda en
ella su <>, para que
<> tanto para Saluzzo como para Turín,
pero lo hace únicamente para demostrarle cuáles
eran sus disposiciones hacia él y que no era
verosímil que, después de haberse esmerado tanto
para conseguirlo, se volviese luego contra él.
Esto por cuanto a la soberbia. Digamos una palabra
también por el hecho en sí mismo. Ante todo
resulta, según documentos seguros, que don Bosco
actuó eficazmente ante el Gobierno para el
exequatur y para las temporalidades. En cuanto a
la promoción para la sede de Turín, se dijo que
fue debida toda a Pío IX y se adujo el testimonio
del canónigo Virginio Marchese, preboste de CardŠ
en la diócesis de Saluzzo, uno de los taquígrafos
del Concilio Vaticano. Este testimonio fue
recogido también por la Civilt… Cattolica (año
1915, volumen IV, pág. 627). Al despedirse
monseñor Marchese de Pío IX y oír éste que volvía
bajo el gobierno de monseñor Gastaldi, le encargó
que comunicara a su Obispo que el Padre Santo no
olvidaría los servicios por él prestados a la
Iglesia en el Concilio. Pero esto no quita:
1.° Que, después, surgieran <>; 2.°, que éstas fueran
<> gracias a la <> de don Bosco.
Por lo demás ni Monseñor pone en duda la
cuestión, ni don Bosco se la había recordado en su
carta de 1875, de no haberse tratado de una verdad
indiscutible. No sólo los dos estaban enterados de
ello; también lo sabían en Roma y en otras partes
(Véase volumen XI, págs. 102 y 103).
(**Es13.306**))
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