((**Es13.282**)
La emoción agitaba también fuertemente su
corazón ((**It13.323**)) de
padre. Como para distraerle, don Juan Cagliero y
don Pablo Albera le señalaron la barquita que allá
abajo los esperaba. Bajó. Se sentaron aparte lo
mismo que la Madre Mazzarello y otra hermana.
Estaba también con ellas don José Vespignani, el
cual pertenecía al segundo grupo, pero don Bosco
había querido que fuera con él al barco. Un
accidente providencial templó en don Bosco la
emoción que le había causado el ver a los
expedicionarios que se asomaban desde el barco y
se esforzaban por hacer llegar a sus oídos los
últimos adioses; un golpe de aire le llevó el
sombrero de la cabeza. La monjita, que observaba
los gestos del buen Padre, pudo agarrarlo y
sacarlo del agua chorreando y empapado, al tiempo
que un buen Cooperador, para abrigarlo, le plantó
en la cabeza su sombrero de copa... Don Bosco no
se opuso; sonriendo y dando gracias, llevaba con
cierto aire de humorística gravedad aquel sombrero
que, dicha sea la verdad, le prestaba un aspecto
bastante cómico. De repente, con indescriptible
serenidad y dulzura, miró por debajo de las alas
del sombrero a don José Vespignani sentado frente
a él, y le dijo:
-Usted piensa en su madre... Pues bien, ahora
pienso yo en ella.
-No, don Bosco, respondió Vespignani, movido
vivamente por tanta delicadeza; este pensamiento
no me preocupa mucho. Mi madre se resigna pronto,
cuando se trata de la voluntad de Dios.
Don Bosco no fue nunca el hombre que promete y
no cumple. Pasaron veintidós años desde aquel día,
y volvía don José de América: su madre le dio a
leer una cartita que decía textualmente así:
<>Le gusta así?
El va a América para salvar almas y asegurar la
salvación de la suya y la de todos sus seres
queridos. Está ya en Lisboa, el mar está tranquilo
y María Auxiliadora lo cubre con su manto. Esté,
pues, alegre en el Señor y créame su amigo en
Jesucristo. Juan Bosco, Pbro.>> 1.
((**It13.324**)) El
Savoie tocó Marsella. Nuestros viajeros
aprovecharon la ocasión para bajar a tierra e ir a
saludar al párroco Guiol, que los recibió con los
brazos abiertos y, al verlos, exclamó:
->>Cuándo vendrá a instalarse también aquí un
buen grupo de salesianos? Marsella es antes que
América. Los quiero ya este año.
Emocionados ante su gran amabilidad, los
misioneros se lo escribieron
1 Don José Vespignani (L. c., pág. 199)
reprodujo esta carta de una copia que fue sacada
entonces, pero sin fecha. La del libro está
ciertamente equivocada, por lo menos en cuanto al
lugar
(**Es13.282**))
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