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de las verdades eternas, sin cansarse de repetir
el vigilate et orate y de alentar a la devoción al
Sagrado Corazón de Jesús y a María Auxiliadora. La
última cuestión, para los que habían recibido el
sacramento del Matrimonio, se hacía fácil
recordando los tres puntos del catecismo romano,
esto es, bonum fidei, ((**It13.322**)) bonum
prolis, bonum sacramenti, y recomendando con
insistencia el vivir como buenos cristianos.
Tampoco las monjas se separaban de su Madre
General. Don Bosco pensaba también en ellas. En la
tarde del 13 presentóse allí don Juan Cagliero con
un hermoso cuadro de María Auxiliadora en tela.
-Lo he robado en la sacristía de Valdocco, dijo
bromeando, y lo he robado para vosotras.
Aquel cuadro tenía su historia. Un pintor, que
se encontraba en serio peligro de perder la vista,
había acudido a don Bosco. Don Bosco le bendijo y
le curó del todo; y él, agradecido, pintó aquella
imagen y se la regaló al Beato.
-Este es el cuadro del milagro, concluyó Juan
Cagliero. Don Bosco lo ha bendecido y ahora os lo
entrega, para que lo llevéis con vosotras.
La partida debía efectuarse desde tres puertos
y fechas distintas. El grupo mayor partiría el 14
desde Génova, un grupo menor desde Lisboa el 29, y
otros dos hermanos, ellos solos, desde El Havre,
entre el 14 y el 29. El grueso, pues, de la
expedición se embarcó en el Savoie, con don
Santiago Costamagna a la cabeza; y con ellos las
hermanas. Don Bosco subió por tercera vez a bordo
de aquel barco, donde por tercera vez se repitió
la escena de la despedida con las últimas palabras
y la última bendición. Escribió don Pablo Albera
1: <>. Después, la escena de los salesianos e
hijas de María Auxiliadora arrodillados en la
cubierta sollozando y el Siervo de Dios de pie
delante de ellos bendiciéndolos.
1 D. PABLO ALBERA. Cartas circulares a los
Salesianos, pág. 78. Turín, Soc. Edit. Internac.
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