((**Es13.280**)
la fiebre. La primera en darse cuenta de los
escalofríos fue la madre María Mazzarello, que se
quitó el chal, se acercó a él y le rogó con
respeto, pero con entereza, que se lo pusiera a
las espaldas. El pobrecito se retrajo un poco,
pero la insistencia de la Madre y los escalofríos
le obligaron a aceptar. Estuvo hospitalizado en
los Hermanos de San Juan de Dios, hasta que su
mejoría le permitió emprender el viaje a
Sampierdarena; pero sus compañeros ya habían
marchado; tuvo que resignarse y esperar otra
expedición.
Don Bosco los aguardaba en Génova el día 13.
Pesaroso por lo que había ocurrido con el clérigo,
les dijo:
-íTened cuidado, y no perdáis a ninguno más por
el camino!
Ellos lo rodearon afectuosamente, le contaron
con entusiasmo la audiencia del Papa, ((**It13.321**)) iban a
porfía en repetirle una y otra vez sus palabras y
no acababan de manifestarle sus impresiones de
Roma. Y el buen Padre no se cansaba de escucharlos
con bondad y de sacar de todo útiles reflexiones,
mostrando que compartía su alegría.
Ya en Sampierdarena, don José Vespignani
ansiaba el momento de encontrarse cara a cara con
don Bosco. La licencia de confesar, que le había
venido tan de lo alto y tan de improviso, teníale
preocupado. No porque le faltase preparación:
había hecho normalmente los cursos de moral en su
tierra natal y había asistido a las conferencias
bisemanales del teólogo Ascanio Savio en el
Oratorio; pero, ya en trance de ejercer el sagrado
ministerio, vacilaba. Hubo que acudir a aquel
golpe de audacia, porque en Turín hubiera sido
inútil intentar obtener la patente normal o
facultad para confesar. Sólo en confesión pudo
declarar a don Bosco sus temores, que eran tres, a
saber: uno sobre la dirección de las almas, otro
sobre la manera de liberar a los muchachos de los
malos hábitos, y el tercero acerca de las
cuestiones sobre el sexto mandamiento, para las
personas mayores. El Beato lo escuchó con toda la
calma, dio muestras de tomar en seria
consideración sus dificultades, y, después, se
puso a resolvérselas una a una. Para la dirección
espiritual, le recordó el texto: Quaerite primum
regnum Dei et iustitiam eius et haec omnia
adicientur vobis.
-Busquemos, dijo, cimentar bien en las almas el
reino de la justicia de Dios, guiándolas por el
camino de la gracia, esto es, en el ejercicio de
todas las virtudes cristianas y por medio de la
oración; éstos son los dos puntos importantes. Lo
demás, esto es, resolver los casos especiales y
aconsejar según el estado de cada uno vendrá por
añadidura, vendrá por su pie.
Para las confesiones de los muchachos, en ese
delicado asunto, le sugirió que insistiera en la
frecuencia de los sacramentos y en el recuerdo
(**Es13.280**))
<Anterior: 13. 279><Siguiente: 13. 281>