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de las doctrinas rosminianas. Don Bosco callaba;
los canónigos asentían; alguien tiró de la lengua
a don José Bertello, que guardaba prudentemente
silencio. Era éste un estudioso de temas
filosóficos y enseñaba filosofía. Terció el Obispo
volviéndose a él, que, sin rodeos y con toda
franqueza, según su carácter, se declaró
antirosminiano. Se encendió una vivísima disputa;
el buen Obispo mantenía la lucha y no comía. Para
cortar la cuestión se rogó a don Bosco que diera
su parecer.
-Sí, sí, que hable don Bosco, insistió también
el Obispo.
Don Bosco rompió el silencio y dijo:
-Mire, Monseñor; yo no entro en las razones
intrínsecas de ninguna de las partes. Si me lo
permite, haré una sola observación. >>Se alegraría
un obispo, si supiera que los clérigos de su
seminario tienen una opinión contraria a la suya?
Pues bien, yo considero que todo el clero del
mundo es, con respecto al Papa, como un vasto
seminario. >>Y podrá el Papa estar conforme con
que su clero o cierta parte del mismo sostenga
principios que él no acepta, y vaya
propugnándolos? Advierto, además, que hay que
guardar mucha deferencia al Papa, aun como doctor
privado, y que es conveniente adherirse a su
manera de pensar. Así es como acostumbran portarse
los buenos hijos con su padre.
Los presentes se maravillaron, el Obispo no
añadió palabra y la polémica terminó.
Por la tarde el Rector del Seminario le
felicitó por aquella respuesta, que ((**It13.22**)) él
mismo había tenido muchas veces intención de
darle, pero que nunca había tenido ánimos para
ello.
Pero honra mucho a monseñor Ferré que esta
divergencia de opinión nunca le hiciera perder ni
un adarme de su afecto y aprecio a don Bosco, ni
el deseo y la solicitud de favorecerle y agradarle
en cualquier circunstancia.
Si en alguna rara ocasión habló don Bosco sobre
el rosminianismo, sólo lo hizo en vista de los
tristes efectos que producía entre los
eclesiásticos aquel acaloramiento de polémicas
enconadas, pero nunca dijo una palabra que sonara
a menosprecio de la persona de Rosmini. Y lo que
él apreciaba en el abate Rosmini, no era su
sistema filosófico, pues se declaraba incompetente
para opinar sobre él, sino la santidad del hombre
y del sacerdote.
He aquí con qué palabras declaró el alto
concepto que de él tenía:
<(**Es13.27**))
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