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Y él añadió:
-Se trabaja, pero me dijo que se trabaje.
Y dicho esto ya no lo vi a él ni a los otros, y
más admirado que antes, continué mi camino hacia
el Oratorio, y al llegar a él me desperté.
Esta es la historieta que os quería contar.
Llamadla apólogo, parábola, fantasía, esto poco
importa; lo que desearía es que quedase bien
grabado en la memoria lo que dijo aquella mujer a
don Mateo Picco y a los demás: o sea, que
practicásemos la mansedumbre de nuestro San
Francisco y que trabajásemos mucho y siempre.
Después don Bosco continuó explicando cuanto la
mujer había dicho, sacando de sus palabras
argumentos de estímulo para practicar cuanto había
sido recomendado. Habló extensamente también de lo
mucho que había que hacer, de la necesidad de
trabajar, concluyendo con estas palabras:
-Procuremos ser amables con todos, recemos los
unos por los otros a fin de que no se falte a la
moralidad; hagamos el propósito de ayudarnos
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mutuamente. Que el honor de uno sea el honor del
otro, la defensa de uno, la defensa de todos;
todos debemos esforzarnos por honrar y defender a
la Congregación en la persona de cada uno de sus
componentes, porque el honor y la deshonra no caen
sobre uno, sino sobre todos y sobre la
Congregación entera. Por eso procedamos con el
mayor celo para que esta nuestra buena madre no
sufra el menor menoscabo en su reputación.
Procuremos todos defenderla y honrarla con
denuedo.
Y prosiguió exponiendo y comentando este
concepto hasta finalizar con las siguientes
palabras:
-Seamos animosos, mis queridos hijos,
encontraremos muchas espinas, pero recordad que
tampoco faltarán las rosas. No nos desanimemos
ante los peligros y las dificultades; recemos con
confianza y Dios nos prestará el auxilio prometido
a quien trabaja por su santa causa. Permanezcamos
todos unidos formando lo que dice la Sagrada
Escritura de los primeros cristianos: cor unum et
anima una (un solo corazón y una sola alma).
Evidentemente los misioneros tenían más
necesidad que los otros de cerrar filas y formar
un solo corazón y una sola alma. Don Bosco pensaba
en ello. El 7 de octubre era la fiesta de la
Virgen del Rosario. El Siervo de Dios, apenas
terminó el Capítulo General, no quiso romper la
tradición de celebrar en I Becchi la solemnidad.
Había enviado allí a un grupo de aspirantes con
don Domingo Milanesio para que predicara la
novena. La víspera de la fiesta envió también a
los demás misioneros. Estos fueron en tren hasta
Chieri y visitaron el seminario, donde don Bosco
había hecho sus estudios eclesiásticos; después
siguieron
(**Es13.266**))
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