((**Es13.265**)
He venido a deciros unas palabras sustituyendo
al predicador habitual de los ejercicios.
Comenzaré comunicándoos que se han recibido hace
poco buenas noticias de América, que oiréis leer
en el comedor o en otro lugar. Ahora yo, en vez de
daros una plática, os voy a contar una historieta.
La podéis llamar como queráis: fábula, sueño,
historia; podéis darle mucha o poca importancia.
Juzgadla como queráis; mas tengo la seguridad de
que lo que os voy a contar os enseñará algo.
Me parecía transitar por las alamedas de Porta
Susa y, delante del cuartel de los soldados, vi a
una mujer que me pareció una vendedora de castañas
asadas, pues sobre el fuego hacía girar una
especie de cilindro metálico dentro del cual me
parecía que estuviese asando castañas. Admirado al
ver aquel nuevo sistema de asar castañas, me
acerqué y observé cómo giraba el cilindro.
Pregunté a la mujer qué estaba preparando con
aquel extraño artefacto. Y ella me dijo:
-Estoy haciendo dulces para los salesianos.
-íCómo!, le dije. >>Dulces para los salesianos?
-Sí, me respondió. Y diciendo esto abrió el
cilindro y me lo enseñó. Entonces pude ver dentro
del cilindro dulces de diversos colores, divididos
y separados los unos de los otros por una tela;
unos eran blancos, otros rojos, otros negros.
Sobre ellos vi una especie de azúcar pastoso o
almíbar semejante a gotas de lluvia o de rocío
recientemente caído; dicha lluvia se veía
salpicada en algunos sitios de manchas rojas.
((**It13.303**))
Entonces pregunté a la mujer:
->>Se pueden comer estos dulces?
-Sí, me dijo; y me ofreció algunos.
Y yo pregunté:
->>Cómo es que unos son rojos, otros negros y
otros blancos?
Y la mujer me contestó:
-Los blancos cuestan poco trabajo, pero se
pueden manchar fácilmente; los rojos cuestan
sangre; los negros cuestan la propia vida. El que
come de éstos no conoce las fatigas, no conoce la
muerte.
->>Y el almíbar qué significa?
-Es símbolo de la dulzura del Santo que habéis
tomado como modelo. Esa especie de rocío quiere
decir que hay que sudar muchísimo para conservar
esta dulzura, y que, tal vez, sea necesario
derramar la propia sangre para no perderla.
Grandemente maravillado quise continuar
haciendo preguntas, pero ella no me respondió más,
y, <>, continué mi
camino preocupado por las cosas que había oído.
Mas he aquí que, apenas di unos pasos, me encontré
con don Mateo Picco y con otros sacerdotes
nuestros, aturdidos, amedrentados y con el pelo
erizado en la cabeza.
->>Qué ha sucedido?, les pregunté.
Y dijo don Mateo Picco:
-íSi usted supiera!... íSi usted supiera!...
Y yo insistía preguntando qué novedad había; y
él repetía:
-íSi supiera!... >>Ha visto a la mujer de los
dulces?
-íSí! >>Y qué?
-Pues bien, continuó lleno de espanto, me ha
recomendado que le diga que haga usted de manera
que sus hijos trabajen, que trabajen. Y añadió:
encontrarán muchas espinas, pero también muchas
rosas; que les diga que la vida es breve y la mies
es mucha; se entiende que la vida es breve
comparada con Dios, pues, comparada con su
eternidad, todo es como un instante, como nada.
-Pero... >>acaso no se trabaja?, dije yo.
(**Es13.265**))
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