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-Usted no irá, si antes no le visita el médico
y declara que ((**It13.300**)) este
viaje no puede perjudicar a su salud.
Efectivamente pidió el parecer del médico y
éste se lo dio muy favorable.
Los sacerdotes y clérigos elegidos parecieron
demasiado jóvenes a las personas extrañas; lo
mismo se había dicho en voz baja las otras veces;
pero ahora lo repetían más abiertamente. Pues
bien, de aquellos cuatro sacerdotes, salieron un
obispo, don Santiago Costamagna, jefe de la
expedición; un inspector de Argentina y más tarde
Consejero profesional del Capítulo Superior, don
José Vespignani; y un heroico misionero de
Patagonia, don Domingo Milanesio, que eran los
sacerdotes más jóvenes. De los clérigos, dos
fueron sabios organizadores de Inspectorías, uno
en Uruguay y Paraguay, don José Gamba, y el otro
en Brasil, don Pedro Rota; el tercero llegó a ser
celosísimo apóstol del púlpito y del confesonario,
el padre Paseri; el cuarto, don Bartolomé Panaro,
emuló a don Domingo Milanesio en Chos-Malal y el
territorio del Neuquén; el quinto, el padre
Galbusera, fue reconocido oficialmente como un
competente pedagogo, dirigió muy bien el gran
colegio de San Nicolás y, por medio de la escuela,
obtuvo resultados sorprendentes entre los
encarcelados.
Los coadjutores no parecían ser más que unos
buenos seglares, de los que no había nada que
decir. Queremos mencionar al menos a dos de ellos,
a Bernardo Musso y a Bienvenido Graziano, nombres
no desconocidos por nuestros lectores 1. El
primero fue maestro zapatero durante unos diez
lustros y contribuyó eficazmente con su gran
caridad y paciencia a educar un buen número de
aprendices: le cupo la satisfacción de adiestrar
para el trabajo al primer indio de la Pampa
central, hijo del cacique y llevado por monseñor
Aneyros al colegio Pío IX. Este tipo auténtico de
la raza patagónica aprovechó tanto la enseñanza
del buen coadjutor, que llegó a ser a su vez
maestro zapatero en la escuela profesional de
Viedma en Patagonia. Graziano, a quien vimos en
Roma en 1875 como brillante oficial del ejército,
después de dejar las charreteras y hacer los votos
en manos de don Bosco, llevó a aquellas lejanas
tierras, con su multiforme ((**It13.301**))
actividad, las más destacadas aptitudes para
ejercer las funciones propias de un jefe de
oficina, y prestó óptimos servicios en la
implantación y organización de las primeras
escuelas profesionales salesianas.
Después de lo que acabamos de decir, resulta
fácil comprender una observación de don José
Vespignani que, al dar una sintética mirada
1 Véase Volumen XI, págs. 104 y 245.
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