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((**Es13.262**) de María Auxiliadora. Pero, después encargó a don Julio Barberis que respondiera a cuantos pedían marchar, que pensaran en hacer bien el mes de María y en prepararse seriamente para los exámenes. Declaró, además, que era su intención que los misioneros aprendieran mejor la lengua, y que esperaba a que don Juan Cagliero pudiese darles siquiera un mes de clase, de suerte que, al llegar allí, estuvieran capacitados para trabajar en seguida. ((**It13.299**)) Diferida, pues, hasta noviembre la nueva expedición, el Beato hizo la elección de los sujetos a enviar casi dos meses antes de empezar el Capítulo General; y eran cuatro sacerdotes, ocho clérigos y seis coadjutores. Había gran curiosidad por saber quiénes eran los afortunados; por esto, muchos prestaban la máxima atención a cada una de sus palabras para lograr descubrir el secreto. Todo se supo de una manera muy sencilla. Un día invitó don Miguel Rúa a don José Vespignani a tomar café con don Bosco. No se lo hizo repetir éste dos veces y voló al comedor, besó la mano del Beato y se sentó a su lado. Mientras se echaba en las tacitas la aromática bebida, comenzó don Bosco a bromear con él y con los que le rodeaban; y, cuando tuvo cada uno su tacita servida y sorbía alegremente el contenido, de pronto sacó don Miguel Rúa la consabida tirilla de papel, que siempre llevaba entre los dedos durante el recreo del mediodía y que le servía de recordatorio para dar avisos, disposiciones y cosas por el estilo, y, con una sonrisa un tanto misteriosa, miró a don Bosco y le dijo: -Don Bosco, >>quiere que lea los nombres de los que tomarán parte en la nueva expedición de misioneros? Asintió don Bosco y, entonces leyó don Miguel Rúa muy despacio: -Don Santiago Costamagna, don José Vespignani... Y así, sucesivamente, los otros nombres. Con la velocidad del rayo corrieron de boca en boca por el Oratorio aquellos nombres, dando lugar a variados comentarios. A don José Vespignani, que no esperaba semejante sorpresa, le dio un vuelco el corazón. El, que llegó a la Congregación recién ordenado sacerdote y exactamente la víspera de la segunda expedición, había pedido en seguida ir a las Misiones; pero, no obstante las tranquilizadoras palabras de don Bosco 1, siempre temía que sus condiciones de salud no fuesen tales como para permitirle aquel viaje. Entonces don Miguel Rúa, que advirtió su turbación, le preguntó cariñosamente si tenía alguna dificultad. Ante su respuesta negativa, terció don Bosco: 1 Véase más atrás, pág. 36. (**Es13.262**))
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