((**Es13.26**)
En apoyo de esta aserción se alegaba la
autoridad de monseñor Ferré, Obispo de Casale, el
cual había escrito, en una carta del 26 de abril
de 1876 ad Praepositum N. N.:
<>.
Nosotros nos hacemos una primera pregunta:
>>qué pensaba realmente don Bosco sobre las
teorías del gran filósofo de Rovereto? Don Bosco,
a quien no se le escapaba nada de todo lo que
podía interesar a la Iglesia, miró siempre la gran
cuestión más por el lado práctico que por el
especulativo. Hay toda una colección de anécdotas
entre él y el Obispo de Casale, que nos revelan
muy bien su íntimo sentir.
Este Prelado, verdaderamente docto y piadoso,
profesaba una especie de culto por Rosmini y su
filosofía; no se considere como falta de respeto
afirmar que estaba prendado de él.
Don Bosco, que veneraba en Rosmini la santidad
del sacerdote, no compartía ni en una mínima parte
aquel entusiasmo por su sistema filosófico. El
Obispo, que quería con delirio a don Bosco,
intentó en más de una ocasión entablar discusión
con él para arrastrarlo a simpatizar con sus ideas
o siquiera para sacarle algún juicio favorable a
la escuela de su corazón. Don Bosco, para evitar
el peligro de tener que contradecirle, se
escabullía siempre cambiando diestramente de
conversación. Sólo una vez, hallándose entre la
espada y la pared, se libró del asalto con estas
palabras:
-Mire, Monseñor, yo no soy filósofo y por tanto
no estoy en condiciones de sostener con usted una
disputa de este género; pero lo que ciertamente sé
es que pretender demostrar, como sostienen los
rosminianos, la existencia de Dios a priori, es
imposible; por consiguiente, la idea innata del
ente cae por sí misma.
De ordinario ((**It13.21**)) se
escabullía, acudiendo a algún recurso para escapar
de la dificultad. Así, por ejemplo, una vez,
mientras el Obispo disparaba la andanada de sus
razones filosóficas contra los que afirmaban que
Rosmini no era seguidor de santo Tomás, don Bosco,
que vio entrar en la habitación a don Juan
Bautista Francesia, le dijo sonriendo:
-Estupendo, llegas a tiempo; oye lo que me dice
monseñor Ferré. Yo no entiendo nada de todo esto;
son cosas que me hacen dormir. Puede que tú
entiendas algo.
Otra vez habíale invitado el Obispo a comer en
su palacio de Casale. Se sentaban también a la
mesa los canónigos y don Juan Bonetti y don José
Bertello. Apenas se acomodaron, saltaron los
elogios (**Es13.26**))
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