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((**Es13.251**) En el curso de la misma lectura, al repasar lo dicho en torno a la difusión de buenos libros, el Beato tomó la palabra para dar algunos consejos. -No se critiquen nunca los libros de otros; no se hable mal de ellos. Esto sólo sirve para ganarnos odiosidades. Adoptaremos los textos que más nos agraden; si un amigo nos pregunta, se le contestará según nos parezca; pero dejando de criticar a otro. Y esto hágase aún más escrupulosamente, cuando se trate de asociaciones existentes en los lugares, es decir, cofradías, en las que se hagan las cosas a la buena de Dios y vulgarmente. No se hable nunca mal de ellas, ni se las ponga en ridículo, antes al contrario se les enseñe, se les ayude, se les ((**It13.286**)) aconseje, se les sostenga por todos los medios, y así, con la bendición de Dios, nos atraeremos también la bendición de los hombres. Actuemos también benignamente con los que nos critican, tomando en esto como lema la preciosa sentencia: <>. Cuando se busca reñir, se pierde, hasta si se triunfa en la disputa. A veces hay quien quiere buscar camorra, porque, así, tendrá después a su alcance un motivo o siquiera un pretexto para perjudicarnos, sea como sea. Si tanto predicamos contra el criticar las cosas de los demás, tanto más debemos condenar a los que, si sucede algo que no les gusta, critican las nuestras. Me interesa muchísimo que cada director propague este principio y recomiende e insista hasta dejar desterrado el espíritu de crítica de nuestros hermanos. Además, cada director trabaje con celo para propagar en nuestros colegios las Lecturas Católicas y las suscripciones a los Clásicos. En otro tiempo, casi todos los muchachos estaban suscritos, íahora se ha reducido mucho este número! A lo largo del año procuren todos hablar de ellas, darlas a conocer, alabarlas y lograr que muchos se suscriban. Siempre serán libros buenos que se difunden en el colegio y se leen con gran provecho. Además, los muchachos envían estos libros a sus casas, donde los leen muchos otros y algunos piden suscribirse ellos también; y por este medio puede ensancharse mucho el bien que con estas lecturas pueda hacerse. Créase que la cosa tiene más importancia de lo que parece a primera vista; nosotros, que trabajamos tanto para aumentar el número de suscriptores, si descuidamos esto, descuidamos uno de los medios que puede ser de mayor ventaja y más fácil ejecución. Otro bien extraordinario que se consigue con la lectura y difusión entre nosotros de estas suscripciones, y especialmente del Boletín Salesiano, es la unidad de sentimientos que se adquiere por parte de todos y el estrechísimo vínculo de unión que se establece entre los hermanos. Estamos todavía en nuestros comienzos: nuestro número aún no es extraordinariamente grande y hasta ahora el Oratorio ha sido el centro para todos, de modo que todos nos conocemos y todos los superiores de las diversas casas han visto cómo se hace aquí y se esfuerzan por conservar las instituciones y el espíritu; pero, más adelante, si no se buscan todos los medios para reanudar este vínculo, en breve entrarán tendencias heterogéneas y ya no habrá absoluta unidad entre nosotros. Es preciso acudir a todos los medios para vincularnos en un solo espíritu, y una manera especial para lograrlo es que se lean a ser posible en nuestras casas los mismos autores y especialmente se conozcan en todas partes los libros compuestos por los nuestros y las obras especiales de cada una de las casas. Y nada podrá contribuir a esto mejor que el Boletín y las Lecturas Católicas; difúndanse, pues, ampliamente y léanse también entre nosotros lo más posible. (**Es13.251**))
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