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diaria a Jesús Sacramentado y a la Santísima
Virgen; pero en común no se añadiese nada más. El
segundo motivo era para no dar demasiado pie a las
críticas de los malos. Todos tenían los ojos
puestos en los salesianos, así los particulares
como el público. En unos tiempos, en los que
reinaba el afán de echar por tierra todo lo que
supiese a religión, y se buscaban pretextos de
toda clase para destruir las instituciones
sagradas, se manipulaba adrede la enseñanza y se
cambiaban una y otra vez los programas, para que
los religiosos, apegados a sus métodos antiguos,
no pudiesen responder a las exigencias de la
enseñanza moderna, si los enemigos de la Iglesia
viesen en los colegios salesianos tantas prácticas
de piedad, los harían al momento blanco de su
acosamiento.
-Nosotros, siguió diciendo don Bosco, tenemos
que vérnoslas con el espíritu del siglo, enemigo
poderoso y de muy refinada malicia. Desde el
momento en que quisiésemos luchar abiertamente con
este enemigo, quedaríamos en seguida derrotados e
inutilizados para todo trabajo. Atengámonos
siempre a la legalidad, condescendamos muy de
veras y siempre donde se pueda; amoldémonos a las
exigencias modernas, a las costumbres y usanzas de
los diversos lugares, con tal que no se tenga que
obrar contra conciencia. Antes que declararnos en
lucha contra las autoridades, resignémonos a pasar
por culpables, aun cuando tengamos la razón;
condescendamos con todos los reglamentos, decretos
y programas. De esta manera seremos apreciados,
nos dejarán actuar (y esto vale más), y al mismo
tiempo no haremos nada contra conciencia.
((**It13.284**)) Esta
idea sobre la conveniencia de evitar siniestras
impresiones en los profanos, con signos exteriores
de piedad no necesarios, ya se había presentado
dos veces durante el Capítulo General. En la
conferencia propuso alguien que en cada dormitorio
se encendiese, bajo una estatuita de la Virgen,
una lucecita semejante a las lámparas de las
iglesias, de suerte que, cuando uno se despertase,
corriera en seguida con la mirada a la Virgen
María. Pareció bien a todos la hermosa idea, pero
don Bosco opuso una observación <>, según comenta el acta.
-Si alguna persona maliciosa viniere a visitar
nuestras casas, >>qué.
diría al ver en cada dormitorio un altarcito? Nos
acusaría de superstición; y nosotros, teniendo en
cuenta los tiempos en que nos encontramos y las
circunstancias que nos rodean, tenemos que andar
con cautela en este punto. Debemos ingeniarnos por
grabar, hasta donde sea posible, la religión en
los corazones de todos y grabarla profundamente;
pero con la menor exterioridad posible. Y aunque
en las cosas
(**Es13.249**))
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