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a quienes se ve de vez en cuando pidiendo limosna.
La razón de esto es que, si se rebajan a pedir
limosna a pesar de ser fuertes y robustos, los
empuja una verdadera necesidad y son buenos
cristianos. Si no fuesen tales, se lanzarían al
latrocinio y las más de las veces no hay maldad a
la que no se lancen estos tales, cuando comienzan
a andar por mal camino. Y si son jovencitos, se
nos recomiendan mucho más, precisamente porque
están más conformes con nuestra misión, y también
porque, no pudiendo tener todavía principios
bastante ((**It13.275**))
firmes, basta una nonada para echarlos por el
camino de la iniquidad, que seguirán tal vez de
por vida.
Y si sucediese que es una jovencita la que pide
limosna, entonces hay que socorrerla sin falta,
con toda caridad y con la mayor largueza que se
pueda. No hay tal vez en el mundo persona más
expuesta al peligro de la inmoralidad que una
doncella pobre y desamparada. Por lo que a mí
toca, yo le daría muy a gusto mi porción de
comida, si no tuviese otra cosa para sacarla del
peligro. Y no se diga que, tal vez, no lo
necesiten o que ya están hundidas en el lodazal
del vicio. Si no estuviesen necesitadas, de
ordinario no vendrían a nosotros pidiendo socorro.
Por otra parte, aunque no fuesen virtuosas, se las
apartaría, al menos aquella vez del peligro. íY
eso ya es una gran cosa!
En general no se diga que, los que piden
limosna, no son menesterosos; puede creerse que en
nuestros tiempos la miseria tiene muchas más
formas que las que aparecen al exterior, y hay
personas dignas de toda compasión, que
exteriormente parecen de familias muy acomodadas.
íCuántas personas se presentaron pidiéndome algo,
incluso pan, y eran empleados públicos y, muchas
veces van bien trajeadas! íY sin embargo, recibida
mi modesta limosna, la bañaban con lágrimas de
consuelo, que caían involuntariamente de sus ojos!
Obras de construcción -
Crónicas
Conferencia 14.¦ Don Bosco reprochó siempre a
todo el que hacía en las casas construcciones
nuevas o reparaciones de alguna importancia, sin
haber pedido y obtenido el permiso del Superior.
-Este punto, subrayó entonces, es de muchísima
importancia; puesto que no sólo en las nuevas
construcciones sino también en las reparaciones,
especialmente donde entran albañiles, el gasto
sube sin parar, y da pena ver que se economiza
hasta el céntimo en otras cosas, hasta casi
carecer de lo necesario, y luego se gastan con la
mayor ligereza incluso centenares de liras. Quede,
pues, bien entendido que antes de hacer semejantes
gastos, hay que obtener el permiso del Superior,
por ahora del Rector Mayor, y más adelante por lo
menos del Inspector.
Parecíale a alguno que don Bosco era demasiado
rígido con esta exigencia.
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