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Es útil recordar lo que se dijo acerca de la
asistencia en los dormitorios. Hubo un tiempo en
que se permitían a los asistentes unas celditas en
los ángulos de los dormitorios: consistían en unas
sencillas cortinas sostenidas por unos hierros.
Generalmente el asistente tenía allí una mesita
con algunos libros. Después insistió tanto don
Bosco en que se eliminaran las mesas de las
celditas, que se quitaron y no se dejó para el
asistente más que la cama con unas cortinas y
nunca en los ángulos, sino entre las demás camas
del dormitorio. Ahora renovó sus recomendaciones
sobre este punto, que él tomaba muy a pecho;
ífuera celdas y fuera mesas! Nos impresiona esta
su firmeza aún más, al considerar cómo rebatió las
objeciones que le opusieron algunos directores.
-Hay maestros, observó alguno, que deben
asistir en el dormitorio y necesitan la mesa para
poner libros y apuntes y necesitan la celdita para
ir a estudiar allí algunas veces.
-Tampoco se permita eso en este caso, replicó
don Bosco.
->>Cómo se las arreglarán entonces los
maestros:
-Tengan un lugar a propósito en otra parte; por
ejemplo, un escritorio ((**It13.273**))
cerrado con llave en el estudio general o en la
clave; pero no en el dormitorio.
-En otras partes no hay habitaciones
disponibles; son tantos los muchachos que piden
ser admitidos, que estamos en nuestros colegios
como sardinas en banasta.
-Pues bien, admítanse menos muchachos; pero en
los dormitorios no debe haber mesas ni celdas.
Basta la cama con las cortinas para la hora de
levantarse y acostarse; después estén éstas
siempre recogidas.
El Beato prolongó la conversación, indicando
algunos medios para hacer florecer la moralidad en
los colegios.
-Con estas precauciones se pueden lograr muchos
y buenos resultados; sin embargo, ni con esto ni
con otras cosas se podrá obtener nunca una
moralidad absoluta en todos; se necesitaría no ser
hijos de Adán. Hágase lo que se pueda, y aún algo
más, y después acordémonos de rezar mucho y la
oración obtendrá lo que no podremos alcanzar con
nuestros esfuerzos. Y recordemos que los dos
medios más aptos para arrancar de raíz todo acto
de inmoralidad y para introducir esta virtud en
grado casi perfecto entre nuestros alumnos son:
1.° La frecuencia de los santos sacramentos.
Este es el principal y, dígase lo que se quiera,
si los sacramentos se reciben a menudo y con las
debidas disposiciones, no arraigará ningún
desorden.
2.° Envíense a su casa los que cometiesen
escándalos de esta clase. No hay otro medio;
cuando el mal hábito es inveterado, sólo por
milagro puede uno convertirse. Ese tal se
confesará, estará verdaderamente arrepentido,
pedirá perdón en privado y
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