((**Es13.24**)
Don Bosco aguardó inútilmente durante toda la
semana a que le llegase una invitación para ir al
Vaticano. Se presentó allí el día 9 por la mañana.
Apenas le vio monseñor Macchi, Maestro de cámara,
en la antecámara del Papa, le dijo que no tenía
audiencia.
-Y, sin embargo, replicó don Bosco, necesito
hablar con el Padre Santo. Los demás vienen por
sus asuntos, pero yo vengo para asuntos del Padre
Santo.
En efecto, apenas introducido a su presencia,
díjole el Papa:
-Pero, don Bosco, >>por qué esperar tanto para
venir a hablarme?
((**It13.18**)) -Porque
íes muy difícil llegar hasta su presencia!
Entonces el Papa volvió los ojos al Maestro de
cámara, como si quisiese preguntarle la razón. Don
Bosco siguió diciendo:
-Padre Santo, toda tardanza es fatal para
nuestro proyecto.
-Vamos a ver, concluyó el Papa.
Y se quedó allí a solas con él.
Don Bosco tuvo otra audiencia privada, a las
cinco y media de la tarde del día 11, que duró
casi media hora. Diez días más tarde, al
anochecer, tercera audiencia privada y esta vez en
circunstancias muy singulares. Hacía quince
minutos que estaba el Beato esperando, cuando el
Papa despidió a los cardenales que se encontraban
con él, se acostó porque estaba muy resfriado, y
mandó llamar secretamente al Siervo de Dios, al
que recibió, acostado como estaba, y le dijo:
-Don Bosco me pilla en la cama antes de hora.
Se habló en seguida de los Conceptinos. Entre
otras cosas dijo el Beato al Papa que él tomaría a
su cargo únicamente la dirección espiritual.
-No, tomadlo todo, contestó el Padre Santo.
-Pero ya me he entendido así con monseñor
Fiorani.
-De ningún modo, replicó Pío IX; monseñor
Fiorani no es el Papa.
Al salir de allí, el Siervo de Dios parecía más
aturdido que de ordinario ante cualquier
accidente. Concentrado y silencioso iba bajando
despacio las escaleras. El secretario, que iba a
su lado, no se atrevía a despegar los labios.
Fueron a sentarse en la antesala del cardenal
Simeoni, nuevo Secretario de Estado después de la
muerte del eminentísimo Antonelli. El buen Padre
miró fijamente a su compañero y, con voz vibrante
por la emoción, le dijo:
-El Padre Santo está acostado; su cama es tan
baja y pobre como la de nuestros muchachos. No
tiene ni una alfombra en el suelo donde apoyar los
pies al descalzarse. El pavimento es de baldosas,
tan gastadas(**Es13.24**))
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