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el día prescrito, y de allí salieron con dirección
a Lanzo, sede de los trabajos. Aquí se juntaron, a
la puesta del sol, en la capilla del colegio, y
don Bosco entonó el Veni Creator. Acabado el himno
y leídos los artículos 3.°, 4.° y 5.°, del
capítulo sexto, de las Reglas, el Beato dirigió a
los capitulares unas breves palabras:
Ahora damos comienzo a nuestro primer Capítulo
General, que declaro abierto y convocado desde
este momento. Emprendemos una obra de la mayor
importancia para nuestra Congregación. Se trata de
una manera especial de estudiar nuestras Reglas y
ver qué es lo que se puede establecer para
reducirlas uniformemente a la práctica en todas
las casas que hay al presente y en las que la
divina Providencia disponga que se puedan abrir en
el futuro. Todos tenéis en vuestras manos el
esquema preventivo impreso para el caso; ya habéis
anotado y habéis recibido y estáis encargados de
recibir todas las observaciones que cada uno de
los miembros de la Congregación puede haber
((**It13.251**)) hecho
en él para proponerlas al Capítulo. No queda más
que reunirnos en el nombre del Señor y tratar las
cosas que se propongan.
Dice el Salvador en el santo Evangelio que
donde están dos o tres congregados en su nombre,
allí se encuentra él mismo en medio de ellos. En
estas reuniones no tenemos otro fin que la mayor
gloria de Dios y la salvación de las almas
redimidas con la preciosa Sangre de Jesucristo.
Podemos, pues, estar seguros de que el Señor se
encontrará en medio de nosotros y guiará las cosas
de manera que todas redunden a su mayor gloria.
Queremos en este momento poner el Capítulo bajo
la protección especial de María Santísima: Ella es
Auxiliadora de los Cristianos y nada le interesa
más que ayudar a los que no sólo tratan de amar y
servir a su Divino Hijo, sino que se reúnen
expresamente para determinar la manera práctica de
alcanzar el mismo fin también en el mayor número
posible de hombres. María es luz de los ciegos;
pidámosle que se digne iluminar muy de veras
nuestras débiles inteligencias durante todo el
tiempo de estas reuniones. San Francisco de Sales,
que es nuestro titular, presidirá nuestras
reuniones y esperamos que nos obtenga de Dios la
necesaria ayuda para tomar las determinaciones que
sean según su espíritu.
Lo que más he de recomendaros y es necesario
que se guarde en absoluto, es el secreto severo de
todo lo que se trate en estas conferencias hasta
que estén concluidas y llegue el tiempo de darles
publicidad. Entonces se imprimirán las decisiones
tomadas y se enviarán para ser confirmadas a la
Santa Sede, infalible maestra en estas cosas, y
después serán publicadas.
Es mi gran deseo que se proceda despacio y
bien. Puesto que estamos aquí para esto, dejemos
todo otro pensamiento y atendamos a ello
seriamente. Si no bastan unos pocos días,
emplearemos más, dedicaremos todo el tiempo
necesario; pero que al fin resulte una cosa
completa.
Invoquemos ahora la protección de María
Santísima con el canto del Ave maris stella y se
dará la bendición con el Santísimo Sacramento;
después iremos a la sala del Capítulo para dar
comienzo a nuestras conferencias.
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