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esta gracia singular de la vocación religiosa, y;
ídichosos los elegidos por El! Todos nosotros lo
fuimos, pues el habernos reunido Dios aquí, es una
señal manifiesta de que su ((**It13.233**))
voluntad es que lo sirvamos aquí. Y yo os digo
que, si perseveráis en la religión, en la
observancia de las reglas, arrancaréis las armas
de manos de los enemigos de vuestra alma, y
recorreréis seguros los caminos del cielo,
tendréis el céntuplo en esta tierra según la
promesa del Salvador, y la vida eterna después de
la muerte.
Ah, si los que están en el mundo pudiesen
conocer la paz y la felicidad que se disfruta en
la religión, todos sin distinción dejarían sus
pasatiempos, sus delicias, sus riquezas para
entrar en los claustros y en las congregaciones
religiosas, para encontrar la felicidad que en
vano andan buscando en otras partes. Nosotros, que
la hemos conocido y nos hemos reunido en este
lugar, hemos de saber aprovechar tan gran suerte.
Es una gracia enorme la que Dios nos hace al
llamarnos a la religión. Tenemos un gran tesoro en
nuestras manos. Os digo esto para que nadie se
forje ilusiones. Todos fuisteis llamados por Dios.
Es preciso, pues, que correspondáis a la gracia,
y, después, estad seguros y yo os lo certifico,
disfrutaréis de la dulzura de quien vive en una
comunidad religiosa.
Dirá alguno:
->>Puede don Bosco asegurarnos realmente que
todos nosotros somos llamados a este estado?
No quiero penetrar hasta el fondo para conocer
particularmente las señales de la llamada divina;
pero creo poderos contestar que sí, pues el hecho
mismo de habernos reunido a todos es señal de la
divina voluntad. Os lo repito: observad las reglas
y estad seguros.
Pero también vosotros que estáis en la
Congregación, no penséis ya en holgar y en poder
salvaros estando apegados a lo menos con el
corazón a las miserias de esta tierra. Desde luego
aquél de entre vosotros que quisiese servir a dos
señores, no debería estar en comunidad para
encontrar la paz en ella. íNecio sería quien
hiciese los votos pensando que aquí no hay más que
goces! íNecio sería quien fuese del número de
aquéllos, de los que dice san Bernardo: pauperes
esse volunt, eo tamen pacto, ut nihil eis desit!
(quieren ser pobres, a condición de que no les
falte nada). Desengáñese ese tal, se equivocaría
de parte a parte. En la religión no todo son
rosas, antes al contrario, en ella hay espinas.
>>Pero querremos coronarnos nosotros de rosas,
mientras Jesús está coronado de espinas? A veces
la humildad, la obediencia, la mortificación y el
trabajo tienen sus espinas. >>Y quién no sabe que
es estrecho el camino del cielo?
Pero yo quisiera decir también a alguno: -No te
engañes poniendo en tu corazón que la vida
religiosa es toda una vida de sacrificios. Primero
las espinas y después las rosas. Es verdad que la
vida religiosa pide trabajo continuo, espíritu de
sacrificio, humilde abnegación de sí mismo, pero
estas mismas pruebas son fuentes de gracias
mayores y de grandísimos consuelos pensando que
servimos a un amo tan justo y tan bueno. Es verdad
que nuestra paga está en el cielo, dice san Pablo,
pero también aquí en la tierra se recibe de muchas
maneras el ciento por uno de lo que uno sacrifica
al Señor. Hay que ofrecérselo todo a El, todos
nuestros trabajos deben ser para su gloria, y
también para El, el premio de nuestro trabajo;
pero, ((**It13.234**)) cuando
estamos cansados, el Señor endulza nuestro
descanso y otros compañeros nos alivian: cuando
nos tienta el enemigo, nosotros lo conocemos por
sus halagos y tenemos poderosas armas con que
defendernos, armas que el Señor mismo nos
proporciona. Y sobre todo el céntuplo, que
Jesucristo promete a los religiosos en esta vida,
se debe repetir de la paz, de la confianza, de los
consuelos que experimentaremos en el momento de la
muerte. Fidelis Deus! pero lo que más vale es la
promesa de la vida eterna.
(**Es13.207**))
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