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Calligaris y del coadjutor Lisa. En 1852 el Conde
había ayudado a don Bosco a la construcción de
aquella iglesia y había sido el prioste de la
fiesta de san Luis; el buen Padre tomó ocasión de
ello para mostrar los admirables caminos de la
Providencia. Habló, pues, así:
En este día, dedicado a María Santísima
Inmaculada, tengo una gran satisfacción al
reunirme con todos mis hijos salesianos, profesos,
novicios y aspirantes, y poder dirigirles mi
palabra. Es una gran satisfacción para mí que,
entre las cosas que se hicieron en su honor, haya
habido ahora mismo varias profesiones religiosas,
que son las ofrendas más agradables que se puedan
hacer a Dios y a su Santísima Madre. Fue más
solemne esta fiesta por la renuncia que algunos
hicieron a su propia voluntad y a las propias
comodidades para agradar a María, dedicándose al
servicio de su Divino Hijo Jesús. En cuanto a mí,
no puedo por menos, humanamente hablando, de
alegrarme también mucho con los que han emitido su
profesión religiosa.
Uno, entre éstos, me ha conmovido especialmente
y éste es el conde Cays.
El estaba ya aquí con nosotros cuando se
construía esta iglesia, venía a ayudarnos, tomaba
parte en las obras y nos auxiliaba en nuestras
fiestas. Si, en aquel momento, hubiese alguien
dicho: -Vendrá un tiempo en que el conde Cays hará
los votos de pobreza, castidad y obediencia en
esta misma iglesia, dejará todas las comodidades
que posee y todas las satisfacciones que puede
esperar en el mundo, para abrazar una vida austera
y mortificada, se hará salesiano, habría sido
tenido por loco. Ciertamente, ni él ni yo lo
habríamos imaginado. Y sin embargo, lo que nadie
podía imaginar, lo realizó la divina Providencia.
Y así, en esta misma iglesia, que él nos ayudó a
edificar, donde se ha consagrado al Señor con los
votos, no por cierto para gozar en el porvenir de
mayores satisfacciones, servirá de guía al cielo
para muchos jovencitos. La divina Providencia ha
dispuesto este hecho por caminos admirables, que
yo he aceptado de buen grado. Ah, sí; es preciso
afirmar que los caminos del Señor son secretos y,
cuando llega el momento previamente fijado, El
manifiesta su voluntad.
Dichosos los elegidos por Dios, ((**It13.230**))
jóvenes o viejos, ricos o pobres, para cumplir su
santa voluntad, para su mayor gloria y el propio
provecho espiritual. Dichosos los que, en cuanto
conocen esta voluntad, al punto, la aceptan y se
presentan a realizarla. Serán salvos eternamente.
Expuesta esta idea, es preciso que pase a
expresar otro pensamiento, a decir una palabra
general para todos los salesianos, mis hijos, aquí
reunidos. Es la primera vez en este curso que
puedo hablaros a todos juntos y tal vez no pueda
tener otra ocasión para juntaros. Es una palabra
que acudió a mi mente, mientras se hacía la
profesión religiosa; es ésta. Dice el Catecismo:
<>. íCuántos sublimes
pensamientos se encierran en estas palabras! Hay
en ellas materia de meditación para doctos e
ignorantes, ricos y pobres, afortunados y
desdichados, en suma, para todos los que se
encuentran en esta tierra. Todos somos llamados
para conocer, amar y servir a Dios. Pero son
muchos los obstáculos que no nos permiten amar y
servir a Dios como se debe; las riquezas, las
pasiones, el demonio; por eso son muy pocos en el
mundo los que viven en realidad cristiana y
santamente. Sin embargo, Dios manifiesta su santa
voluntad, de que nos quiere a todos santos: haec
est voluntas Dei, sanctifcatio vestra. Y por eso
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