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Don Miguel Rúa hizo la petición de las órdenes
sagradas para el Conde y otros dos clérigos
cuarenta días antes, como lo exigía el Arzobispo
al Oratorio. Así que escribió el 14 de noviembre a
monseñor Gastaldi, rogándole se dignara a ordenar
a dichos clérigos el sábado de témporas de
Navidad, 22 de diciembre, participándole que el
Conde profesaría el 8 del mismo mes. Su Excelencia
respondió al Conde, no a don Miguel Rúa, ((**It13.227**)) en
estos términos 1:
<>.
Salvada esta dificultad de la manera pedida, el
Ordinario notificó el 23 de noviembre que lo
admitiría con los otros dos clérigos salesianos;
pero el día 24 volvió a escribir, diciendo que no
admitiría a los otros dos. A pesar de esto, ambos
se presentaron el 6 de diciembre en la Curia,
rogando se les notificara si podían presentarse a
examen. Monseñor, que creía por entonces que don
Bosco había sido el inspirador de una carta
anónima, de la que hablaremos más adelante, mandó
que se les contestara negativamente. Aquel mismo
día, se presentó también el Conde, y le
contestaron que él estaba admitido pero los otros
dos no. Avergonzado y extrañado, declaró el Conde
repetidamente que él era salesiano lo mismo que
los otros dos y que quería ser tal hasta la
muerte; y no contento con estas declaraciones
verbales, se entendió con don Bosco y escribió la
siguiente carta:
Excelencia Reverendísima:
De los tres salesianos que hemos presentado a
V. E. Rvma. nuestra petición para ser admitidos a
las sagradas órdenes, un servidor para las órdenes
menores y los otros dos para el subdiaconado, sólo
yo he tenido la suerte de ser favorecido.
1 Carta del 14 de noviembre de 1877.
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