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una comunidad religiosa le tocará obedecer como un
humilde siervo. >>Ha puesto mientes en ello?
-Sí, lo he considerado atentamente y me he
convencido de que, en punto de muerte, me
consolará más haber obedecido que haber mandado.
-Perdóneme, señor Conde, si añado una
observación más. Usted tiene ya una edad avanzada
y yo no sé si ésta le permitirá observar las
reglas del Instituto.
-Es verdad, contestó el Conde después de un
instante de reflexión y con acento conmovido; ya
no soy joven y me pesa mucho tener que dar a Dios
los últimos restos de mi vida. Sin embargo, me
alienta el pensamiento de que todavía no soy un
viejo decrépito y que, a mis sesenta y cuatro
años, gozo de óptima salud, de suerte que espero
poderme ((**It13.221**))
adaptar a la vida común. Por lo menos, no me
parece imprudente intentarlo.
Al verle don Bosco tan decidido y conociendo su
gran virtud, hubiera podido conformarlo sin más en
su propósito y prometerle que lo aceptaba entre
los suyos; pero no quiso ni las apariencias de la
precipitación; por lo cual, como estaba ya a punto
de comenzar la novena de María Auxiliadora, le
sugirió que la hiciese para recibir luces del
cielo, y que pasara también algún día en el retiro
y en la oración.
En principio, don Bosco no excluía de su
Congregación a los hombres ya formados, ni a los
nobles; mas en los comienzos le interesaba
muchísimo la homogeneidad de los individuos que la
componían; pero no miraba sin preocupación la
eventualidad de que, al correr de los años,
empezaran a entrar adultos y aristócratas. Tenemos
sobre este tema una preciosa conversación del
Siervo de Dios con don Julio Barbeis, que nos la
ha transmitido en su crónica del 17 de mayo de
1876.
-Todas las demás Congregaciones, dijo don
Bosco, tuvieron en sus comienzos la ayuda de
personas doctas e inteligentes, que, sumándose a
ellas, auxiliaban al fundador o más bien se
asociaban a él. Entre nosotros, no: todos son
alumnos de don Bosco. Esto me costó un trabajo
durísimo y continuo de unos treinta años, pero con
la ventaja de que, al haber sido educados todos
por don Bosco, tienen sus mismos métodos y
sistemas. Los que entraban en las otras
Congregaciones para ayudar a los fundadores,
ciertamente cooperaban, pero, como ya estaban
formados a su manera y como los hombres no pueden
despojarse completamente del viejo Adán cuando han
llegado a cierta edad, creaban cierta
heterogeneidad de elementos, que acababa por ser
fatal
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