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mucho. Parecía que don Bosco viese junto a ella un
monstruo dispuesto a descuartizarla.
-íFea cosa debe de ser el mundo!, rumiaba en
sus adentros la joven mientras volvía a la casa
paterna.
No fue fácil empresa convencer al párroco y
persuadir al padre, pero resultó una lucha
bastante corta, pues el 6 de junio, primer viernes
de mes, Enriqueta Sorbone ingresaba en Mornese.
Estudió, como le había dicho don Bosco, pasó a
vivir con las monjas, se examinó de maestra y fue
la Vicaria general.
Al festejarse, poco ha, el cincuentenario de su
cargo, madre Enriqueta nos contaba su historia con
muchos otros detalles que hemos omitido; pero hay
uno que no queremos pasar por alto, y es que, su
padre, después de haberle permitido con indecible
sacrificio, pero cristianamente, que siguiera su
vocación, se vio premiado por Dios, que le atendió
a él y a su numerosa prole de manera y medida muy
superior a cuanto jamás nadie pudiera esperar, si
la primogénita se hubiese quedado en casa. De ahí
se colige cómo el Señor inspiró a su Siervo y al
mismo tiempo ((**It13.204**))
bendijo a quien cooperaba con él en la actuación
de sus santos designios.
La Madre General tenía que visitar no sólo la
casa que se iba a abrir, sino también todas las
casas ya abiertas. Ella creía verdaderamente que
podía dejar de hacerlo, sobre todo las que tenían
un Director salesiano como guía; pero don Bosco no
era del mismo parecer. El le hizo entender que era
mejor que fuera y, además, que se quedara algunos
días en aquellas casas, que la experiencia le
convencería que las cosas de un Instituto marchan
bien, cuando el Superior lleva a menudo la maleta
en la mano como un viajante de comercio. Ella era
la Madre Superiora y convenía que viese por sus
propios ojos cómo eran tratadas sus hijas; si
necesitaban algo, si vivían contentas; si
trabajaban como quería el Señor, sin perder
tiempo, pero sin descuidar las prácticas de piedad
y su propia salud; si en todas partes estaba de
acuerdo, por cuanto fuera posible el horario del
lugar, con el suyo; y muchas cosas más. Además, si
los directores tenían alguna dificultad que
salvar, algún buen consejo que sugerir, algún
deseo que expresar, tendrían así más oportunidad
para hacerlo. El ponerse de acuerdo da siempre
buenos resultados para el alma y para el cuerpo.
Por consiguiente, que fuera a dar su vuelta, que
llevara los saludos de don Bosco y dijera a todas
sus Hijas que él las bendecía de todo corazón.
La madre Mazzarello se atuvo escrupulosamente a
estas instrucciones. Y cuando fue a Turín en el
verano para la segunda tanda de
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