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->>Cuántos años tenéis:
-Dieciocho cumplidos.
->>Os gusta estudiar?
-íSí! Mi madre deseaba que fuera maestra; pero
murió y me toca pensar en mis hermanitas.
->>Cuántas tenéis?
-Cuatro y dos hermanos.
->>Habéis pensado alguna vez haceros monja?
->>Qué quiere usted que le diga? Mi madre
hubiera estado muy conforme con que sus hijas se
consagrasen al Señor.
-Bien, bien, ya veremos...
-Pero, mi párroco me ha dicho que si me porto
bien y guardo a mis hermanas, él pensará después
en mi porvenir. No quisiera atender ahora a dos
cosas opuestas.
-Estad tranquila; ya me entenderé yo con el
párroco.
->>Pero y mis hermanas? >>Y mi padre?
-íOh! La divina Providencia pensará también en
ellos. Mirad: en Mornese tenemos el Instituto de
las Hijas de María Auxiliadora. Allí podréis
estudiar. .
->>Quiénes son las Hijas de María Auxiliadora?
>>Son monjas?
-Sí, son monjas.
-Pero a mí me gustan las monjas que visten como
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que se ven en las estampas.
Decía esto porque, como sabía que había monjas
en el colegio de Borgo, había tomado por tales a
aquellas mujercitas que remendaban la ropa.
-Sí, sí, replicó don Bosco. Las monjas de
Mornese visten precisamente como vos decís, ya lo
veréis. Y allí estudiaréis y entraréis en las
monjas y haréis muchísimo bien.
Aún añadió otra cosa que ella no podía
comprender en aquel momento, pero que más tarde
vio cumplida. Sacó del bolsillo una hojita de
papel azulado, escribió en ella unos renglones y
se la entregó diciendo:
-Tomad: ahora volved a Rosignano, llevad esto a
vuestro párroco e id pronto a Mornese. Pero, antes
de entrar en aquella santa casa, dejad vuestra
voluntad fuera de la puerta.
La joven guardó el papelito y se echó a andar
para salir. Iba despacio y pensativa. Desde la
puerta se volvió para despedir a don Bosco, el
cual, mirándola paternalmente, le dijo en tono
enérgico:
-íDejemos este mundo traidor!
Estas últimas palabras, proferidas de aquella
manera, la impresionaron
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