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Precisamente para edificar una escuela en regla y
en lugar más cómodo, donde los salesianos pudiesen
vivir juntos, se trabajaba para comprar al señor
Gazzolo el terreno necesario junto a la iglesia,
como ya hemos dicho en otro lugar, y como leemos
insistentemente repetido en las cartas del Siervo
de Dios a don Juan Cagliero. A primeros del mismo
mes de septiembre el Arzobispo confiaba
canónicamente a la Congregación Salesiana, en la
persona de don Francisco Bodrato, la parroquia de
la Boca del Riachuelo 1; nuevo campo de trabajo,
que pediría nuevas energías de esforzados
operarios evangélicos.
Y, en cambio, el grupo ya tan pequeño de
operarios allí presentes quedaba aún más reducido
por la muerte. El 13 de junio perdía
repentinamente la comunidad de Buenos Aires uno de
sus más activos miembros, a don Juan Bautista
Baccino, que había ido a Argentina en la primera
expedición. Bajo humildes apariencias escondía un
gran corazón de apóstol. Daba catequesis diurna y
escuela nocturna a los muchachos, confesaba
durante varias horas ((**It13.169**)) al
día, predicaba en italiano o en castellano,
asistía a los enfermos...; un cúmulo tal de
trabajo como para rendir a varios hombres, cuánto
más a uno solo; sin embargo, él nunca se cansaba y
sólo se lamentaba de no poder llegar a todo.
Invocaba refuerzos de Turín. Y éstos llegaron con
la segunda expedición; pero, en vez de aliviarle,
aumentaron el trabajo, porque dieron ocasión a más
amplio desarrollo de la obra salesiana en Buenos
Aires. Por lo que, poco después de la llegada de
los nuevos hermanos, escribía a Turín:
<>.
Los sentimientos de celo, que inflamaban su
corazón en el ejercicio de los sagrados
ministerios, se desbordaban especialmente en sus
cartas a don Bosco. El 19 de marzo de 1876,
escribía:
<>Voy a
tener corazón para escatimar mi vida?...
1 Véase, volumen XII, pág. 230.
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