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él al Padre Santo Pío IX, aquel día, en que la
Iglesia festejaba al Príncipe de los Apóstoles.
Se interpretaron dos himnos sobre letra de
Lemoyne con el correspondiente intervalo: uno por
los aprendices, con música del romántico De
Vecchi; el otro por los estudiantes, con música de
Dogliani. Se leyeron composiciones literarias en
italiano, francés, español, inglés, polaco, latín,
griego y piamontés, en prosa y en verso. El
indispensable Gastini, el gracioso del Oratorio,
ejecutó la parte alegre en medio de la hilaridad
general. Como era lógico, se habló mucho de las
misiones, de las Pampas y de la Patagonia. Los
nombres de don Bosco, de monseñor Aneyros y de
monseñor Ceccarelli resonaron en todas las lenguas
y en todos los tonos. Cuando acabaron las
declamaciones y enmudecieron los cantos, don Bosco
pidió permiso al Arzobispo y cerró el
entretenimiento con estas palabras.
Se hace ya tarde y no es posible seguir; pero
el señor Arzobispo de Buenos Aires, monseñor
Aneyros, y los demás benévolos señores, a quienes
doy las gracias de todo corazón por haber querido
honrarnos, tendrán todavía la satisfacción de
asistir a las declamaciones que seguirán mañana
por la tarde. Sin embargo, agradezco de todo
corazón a los que compusieron música, poesías y
prosas, o que de cualquier manera exteriorizaron y
exteriorizarán sus afectos en esta ocasión. Yo
pensaba escurrir el bulto y que sucediese lo del
refrán: rogar al santo hasta pasar el tranco, y
que ya nadie pensase en san Juan; pero estoy
viendo que, por el contrario, habéis tomado la
cuestión con más empeño y que si entonces no
hicisteis la fiesta, queréis hacerla al menos
ahora.
Os aseguro que esto me agrada mucho. Doy las
gracias también a todos los que tuvieron la bondad
de acompañarnos durante esta hermosa velada, y a
todos los que ofrecieron donativos y escribieron
cartas desde lejos.
Sé también que habéis rezado mucho por mí
durante mi ausencia, y vuestras oraciones no
quedaron sin efecto. Por ahora no puede saberse el
fruto que han obtenido, puesto que el asunto, por
el que me encomendaba a vuestras oraciones, no
está todavía resuelto. Os agradezco mucho lo que
habéis hecho y os ruego que sigáis.
También monseñor Aneyros os pediría el favor de
que todos los que comulguen mañana por la mañana
lo hagan según su intención.
A lo largo de todo el día de mañana habrá mucha
alegría. A las diez ((**It13.149**)) habrá
misa cantada con orquesta; por la tarde vísperas,
también cantadas, y monseñor Ceccarelli os
predicará una bonita plática.
Os aseguro que también en la cocina habrá
vuestra parte. Baste decir que tenemos seguramente
el mejor cocinero de Turín; y además, cuando se ve
salir de la bodega esas hermosas botellas,
ciertamente se excita el apetito. Se hará de modo
que, por la tarde, los músicos en vez de cantar
festina tendrán que cantar festona... 1
1 Juega don Bosco con las palabras: festina
(date prisa, en latín de vísperas y pequeño
banquete, en italiano) y festona (gran fiesta).
(N. del T.)
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