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los gritos y los aplausos, hasta que una señal de
don Bosco impuso el silencio, que permitió se
oyeran estas palabras:
-íAquí tenéis al Arzobispo de Buenos Aires!
Pero las profirió con voz tan suave y
emocionada y las acompañó con un gesto tan
expresivo, que todos le entendieron como si
hubiese dicho:
-íAquí tenéis a nuestro padre, a nuestro
bienhechor, a nuestro amigo, que tanto hemos
deseado ver!
Esta presentación enterneció de tal modo al
Prelado, que se volvió para abrazar a don Bosco,
y, poniéndole las manos ora sobre los hombros, ora
sobre la cabeza, pronunció unas frases, que los
incesantes clamores no permitieron oír. La velada
se cerró entre cantos y notas de alegría con una
fantástica iluminación a la veneciana.
((**It13.146**)) Un
episodio que al mismo tiempo alegró y edificó a
los comensales, hizo que se conservase el recuerdo
de la comida que se sirvió al día siguiente. Al
llegar el momento de los brindis, entró en la sala
el antiguo alumno Gastini, famoso por sus
ingeniosas ocurrencias. Iba vestido de juglar.
Después de saludar a aquellos señores, declamó y
cantó sus versos en honor de monseñor Aneyros y de
don Bosco, pero con tal gracia y donosura, que uno
de los sacerdotes argentinos, el canónigo García
Zúñiga, hombre jovial, llamó al poeta y le regaló
una libra esterlina.
Gastini le dio las gracias y besóle la mano;
corrió derecho a don Bosco y, con garbo
caballeresco, puso en su mano la moneda, como si
estuviese destinada a él. El canónigo, ante un
acto tan galano y espontáneo, llamó de nuevo al
juglar y le dijo:
-Si yo hubiese querido hacer un regalo a don
Bosco, se la habría dado yo mismo. Pero te la di
para ti. Toma ahora esta otra y guárdala.
Gastini dio un salto y se la entregó también a
don Bosco. Pero, al oír al canónigo, que entre las
risas de los presentes, le gritaba por detrás:
-íEs tuya!, cambió de tono y dijo con seriedad:
-Nosotros somos todos de don Bosco. Aquí no hay
nada nuestro, todo es suyo.
-íBravo!, exclamaron los convidados.
-Pero yo no te daré la tercera, dijo bromeando
el canónigo, al ver que no podía lograr que se
guardara una para sí mismo 1.
La manifestación más solemne fue la que
podríamos llamar de los tres días onomásticos. El
día onomástico de don Bosco se había trasladado
1 Sacerdote JOSE VESPIGNANI: Un año en la
escuela del beato don Bosco, pág. 90.
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