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9) Que sigas bien y seas bueno; saluda
cordialísimamente a nuestros queridos salesianos,
aspirantes o que pueden serlo en lo porvenir. Di a
todos que les deseo tengan una gran alegría en el
Señor y también en la cocina.
Créeme siempre en Jesucristo,
Roma, 20 de junio de 1877.
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
P. D. Para tu norma no hables de miserias en
presencia del conde Cays y del abogado Fortis.
Esto sería como pedirles una ayuda, quod non
expedit (lo cual no conviene).
En el Oratorio se hacían grandes preparativos
para la llegada del Arzobispo de Buenos Aires. Don
Miguel Rúa, siguiendo las instrucciones que le
había enviado el Beato en su carta del 20 de
junio, rogó a monseñor Gastaldi que se dignase
conceder a aquel Prelado y a su clero la facultad
para celebrar en la Archidiócesis y el permiso
para pontificar en la fiesta de san Pedro y san
Pablo. Monseñor concedió amplias licencias. Todo
estaba ya preparado y los diarios habían publicado
el correspondiente aviso, cuando el día 24 llegó
una comunicación de la Curia, advirtiendo en
nombre de Su Excelencia, que, dado que en la
fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo había
asistencia pontifical y homilía en la catedral, no
era conveniente que, mientras el Arzobispo
pontificaba y predicaba en su catedral, ningún
otro Obispo pontificase o predicase en otras
iglesias; que, por tanto, era intención del
Ordinario revocar la facultad concedida por
olvido; y que, únicamente, concedía para aquella
fiesta la bendición con el Santísimo Sacramento,
con tal de que no fuese impartida antes de las
seis de la tarde; que permitía, además, los
pontificales en la iglesia de María Auxiliadora,
((**It13.143**)) con
tal de que se observase en ellos el ceremonial de
los Obispos, el cual prescribe que un Obispo,
cuando pontifica fuera de su diócesis, no tenga
dos diáconos y dos subdiáconos, sino un solo
diácono y un subdiácono.
El día 24 se hubiera debido celebrar el día
onomástico de don Bosco; pero él estaba todavía de
viaje con el arzobispo Aneyros, monseñor
Ceccarelli y cinco sacerdotes argentinos. Salieron
el 22 de Roma hacia Ancona, donde fueron
espléndidamente tratados por el cardenal
Antonucci; el 23 se trasladaron a Loreto y
volvieron a Ancona el mismo día. Desde Ancona
escribió el Beato a don Miguel Rúa:
(**Es13.130**))
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