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((**Es13.126**) Don Bosco se entendió con el Cardenal, a quien presentó una nota de lo que necesitaba para cada una de sus iglesias, capillas, oratorios y altares. Le costó mucho tiempo hacer la nota. Otras dos cosas quería resolver don Bosco en Roma: quería conseguir una residencia propia y poder abrir un hospicio para los jovencitos. En casa del señor Sigismondi siempre se encontraba algo molesto, pues no disponía más que de una habitación y una cama; y él necesitaba un secretario a su lado, que le proporcionase lo necesario, como plumillas, papel, sobres, tinta y otras cosas por el estilo. Y en esto fue muy afortunado. Las nobles Oblatas de Tor de'Specchi tenían ((**It13.138**)) con el Oratorio, de mucho tiempo atrás, una especie de deuda, que deseaban saldar, amueblando cinco habitaciones de su propiedad, situadas en una casa frente por frente de la suya y poniéndolas a disposición de los salesianos, para cuantas veces fuese alguno de ellos a Roma. Don Bosco visitó aquellas habitaciones y aceptó de muy buen grado; así lograría quitar todo fundamento a la extraña voz que corría de que la casa de los conceptinos se iba a convertir en fonda de los salesianos a su paso por Roma. Asunto más serio era la búsqueda de un lugar, donde abrir un hospicio. Visitó varias casas, entabló negociaciones para comprar una situada en los barrios del ensanche de Roma. Declaró su intención al Cardenal Secretario de Estado y obtuvo no sólo alientos, sino también promesa casi formal de que el Padre Santo le ayudaría económicamente con mucha generosidad. Poco después le indicó el Cardenal Vicario la necesidad que había de una iglesia en la parte nueva de Roma; pues en aquel barrio, ya tan poblado, no se hallaba ni una capilla católica, mientras los protestantes habían levantado un templo precisamente en su centro; él, pues, rogaba a don Bosco que construyese allí una iglesia. Hacía ya tres años que su predecesor había confiado a otros el encargo de estudiar el asunto, pero no se había encontrado el lugar y mucho menos los medios. Cuando don Bosco oyó esto, no puso impedimentos; salió del palacio del Cardenal, se encaminó inmediatamente al conde Berardi y le preguntó si tenía todavía en venta cierto terreno, del que se había hablado en otras ocasiones. Recibió respuesta afirmativa; pero había una tercera persona interesada en aquel asunto. Don Bosco se dirigió en el acto a aquella persona, se entendió con ella para la cesión del terreno necesario y pidióle que fijara un precio de acuerdo con la renta. Accedieron los propietarios y se fijó la cantidad en doscientas mil liras. Resulta que en un sólo día se empezaron las negociaciones y se llevaron a cabo. No quedaban más que las formalidades legales, que siempre requieren su tiempo; pero don Bosco tuvo que (**Es13.126**))
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