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único medio para salvar a la juventud pobre,
instruirla en la religión y así cristianizar a la
sociedad 1.
Pertenece al tiempo de este viaje a Francia un
hecho extraordinario de penetración del
pensamiento. Se contó públicamente en Niza en
1908, con ocasión de las fiestas allí celebradas
por el decreto de la Venerabilidad de don Bosco 2.
Lo había narrado a don Pablo Albera, en presencia
de muchos, la misma persona a la que le había
sucedido el caso. La señora Beaulieu había
conocido al santo cura de Ars, y creía que poseía
una idea exacta de lo que era un santo. Cuando don
Bosco llegó a Niza y oyó decir que había llegado
un santo, cuyo nombre conocía por la fama, deseó
conocerle personalmente. Al saber su deseo, una
amiga suya la llevó a casa de unos conocidos a la
hora de la comida. Don Bosco estaba sentado en la
cabecera de la mesa y la señora se sentó al fondo
con la amiga. El Siervo de Dios, siempre sereno,
tenía en aquel momento la copa en alto y brindaba
por el anfitrión. La recién llegada casi quedó
escandalizada.
->>Y éste es un santo?, pensó para sus
adentros, desilusionada su expectación.
Levantados los manteles, presentóse a don
Bosco, deshaciéndose en cumplidos; pero don Bosco,
sonriendo, le dijo:
-Ya sea que comáis, ya sea que bebáis, hacedlo
todo en nombre del Señor.
La buena señora comprendió y no necesitó más
para mudar de opinión. Hízose en seguida
cooperadora salesiana y lo era desde hacía tres
años cuando narró a don Pablo Albera lo sucedido,
que ya había repetido ella misma a muchos otros.
1 Véase Bolletino Salesiano, junio 1895.
2 Hasta entonces se daba título de Venerable a
un Siervo de Dios, cuando su causa de
beatificación había sido introducida oficialmente
en Roma; ahora se da después del decreto de la
heroicidad de las virtudes.
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